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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Obras Sociales sindicales: entre el statu quo y el rojo financiero

La pandemia hizo crujir el engranaje de cómo reparte los fondos la Superintendencia de Servicios de Salud a las prestatarias sanitarias: ¿no es hora de cortar de cuajo con este sistema y repensar un cambio de cara al futuro?

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Ginés González García, ministro de Salud, y Eugenio Zanarini, titular de la Superintendencia de Servicios de Salud.

Cuando Alberto Fernández anunció, en agosto último, que Argentina junto a México iban a producir la vacuna de Astra Zeneca contra el CoVid, las alarmas se encendieron en los siempre números rojos de las obras sociales sindicales: ¿pagarían ellas por adquirirlas, luego suministrarlas y, con suerte, recuperar los fondos por parte de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS)? Por esos tiempos también corría en los medios la discusión por la cantidad de hisopados que se debería hacer a la población: en una charla informal con Mundo Gremial, un secretario general de un gremio marítimo pataleaba: “Los hisopados los tenemos que pagar nosotros, cuestan 13.000 pesos cada uno y ¿quieren más”?

Este martes, durante el almuerzo que mantuvo el Presidente con la mesa chica de la CGT, los dirigentes sindicales se llevaron el compromiso de que el Gobierno aportará las vacunas. Es decir, se evitará entrar en el mismo proceso calesitero de reparto de dinero que siempre genera discrecionalidad respecto de a qué obras sociales les llegan más fondos.

Dos caras de la misma moneda: en marzo de 2020, se informaba que Camioneros había recibido 122 millones de pesos, una cifra muy superior al resto de las prestatarias de salud; lo que se corrigió en el reparto de abril. Se especuló que era una devolución de gentilezas por haber prestado el flamante Sanatorio Antártida al gobierno bonaerense. Ahora bien, otra cara de la moneda es la de la obra social ferroviaria (OSFE). Los secretarios generales Sergio Sasia y Omar Maturano confiesan una deuda por parte de la SSS de 200 millones de pesos a la par que resaltan que “no vemos una lógica equitativa en los pagos que genera la Superintendencia de Salud, lo que nos pone en una situación muy complicada”.

El déficit global de las obras sociales se estima en 8.000 millones de pesos; mientras que la operatoria mensual de reintegros que reciben las obras sociales deja un rojo mensual de 1.300 millones. Pese a todo lo expuesto, el statu quo en este engranaje diabólico del que todos se quejan se sigue imponiendo. Cambiemos intentó un par de modificaciones al sistema que terminaron en la nada: por un lado, que el Estado hiciera compras universales para conseguir rebajas de parte de los laboratorios para recién redistribuir (NdR: lo llegó a implementar para ciertos medicamentos de alta complejidad y muy caros reduciendo los costos de adquisición); y por otro fusionar obras sociales para evitar, de mínima, multiplicar costos de estructura. Es decir, sueldos de directores y gerentes que, por cierto, son muy altos.

Una experiencia que nació, no del Estado sino de los propios dirigentes sindicales es la creación de la Unión de Obras Sociales (UOS): se trata de 25 obras sociales chicas que, entre otras cuestiones, en su artículo 4° del Estatuto constitutivo se obligan a “realizar compras conjuntas y constituir redes prestacionales”. Su consejo de administración lo conforman personas que duran 4 años en sus cargos y son apenas 7 personas. Marcelo Peretta, secretario general del sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos, es el presidente de la UOS y explica a Mundo Gremial: “Nos unimos para apoyarnos entre nosotros y brindar buenos servicios de manera cooperativa más allá del reparto de la Superintendencia. Convengamos que el sistema de reparto de dinero de parte de la Super es siempre en favor de las grandes obras sociales que a su vez son millonariamente deficitarias; en cambio las pequeñas son más rigurosas y sensatas en los gastos”.

Un conocedor del paño de salud y quien fuera funcionario de la Super brindó un escenario de la situación: “Las obras sociales debería formar UTES (Unión transitorias de empresas) como es el caso de la UOS; en este statu quo que impera solo ganan unos pocos mucho y a otro tanto le sirve para brindar servicios conexos a la prestación principal, como puede ser el servicio de ambulancia, que también son pagados por el Estado”. Sigue: “Dicho esto también digo que las obras sociales están quebradas y muchas desaparecerán porque los medicamentos cada vez son más caros y sus ingresos cada vez más bajos”.
Un ejemplo: los medicamentos para tratar la fibrosis quística cuestan 300.000 dólares.

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