Modelo Low Cost: El problema de privilegiar precio sobre empleo

El paradigma de la flexiseguridad, entendida como aquella moderna reversión del conocido marco de flexibilización de las relaciones de trabajo -con apenas algunos destellos de protección del empleo, insuficientes e in financiables-, plantea como modelo de unidad de negocios el llamado “low cost”.

Lejos de apartarnos del sentido tautológico del término, se trata sencillamente de explotaciones comerciales que apuntan al bajo costo. De esta manera, con sensibles reducciones de los costos empresarios, se alcanza una oferta de precios de cuantía menor al del promedio del mercado.

Estrictamente en el mercado de las empresas de transporte aéreo de pasajeros –y aún extensible a cualquier otra actividad comercial- el modelo “low cost” presenta serios inconvenientes, de entre los cuales la variable laboral es –ciertamente- la de mayor afectación.

La explotación comercial del modelo “low-cost” supone una explotación intensiva de los recursos, de modo que una reducida oferta sea soportada por una utilización extrema de las capacidades de los recursos necesarios. Explotación intensiva que implica –en nuestro caso- el uso constante casi sin recupero de los aviones (de 30 a 45 minutos entre aterrizaje y despegue) y, consecuentemente, de los trabajadores.

Y si bajar los costos exige una merma en los servicios que la aerolínea presta a los usuarios durante el vuelo, la utilización de aeropuertos regionales (más baratos y alejados) y un soporte de venta y postventa únicamente vía web sin oficinas comerciales de atención al usuario; replicar ese esquema sobre los trabajadores exige necesariamente una ausente adecuación convencional.

La tónica de reducción de costos, con miras a precios bajos, jamás viene de la mano con la aplicación –y menos aún con la celebración- de convenios colectivos. Trae consigo flexibilización de las condiciones de trabajo, donde la ausente regulación deviene en la regulación en favor del más fuerte, si vale la analogía con la eternizada frase “la no intervención implica la intervención en favor del más fuerte”, tal como nos enseñó el gran maestro constitucionalista Arturo Sampay.

Va de suyo que reducción de costos y explotación intensiva se da de bruces con trabajadores convencionados, así como con la generación nuevos empleos. Contrario sensu, una explotación comercial que solo contemple la variable tarifa, pone en serio peligro la continuidad de la fuente de trabajo en aquellas empresas con las que compite en su segmento.

Una vez más, el mercado y sus ramificaciones ponen de relieve el peligro que significa privilegiar precio sobre empleo.

Una vez más, será el movimiento obrero quién fije los límites.

Una vez más, será la organización quién venza al tiempo.