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Algunos interrogantes sobre el modelo sindical

Por Jorge Muracciole

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Desde la ruptura de la CGT, y el pasaje a la oposición del otrora oficialista Hugo Moyano, la geografía sindical se ha alterado de manera acelerada. Los acuerdos del pasado han caducado y las nuevas alianzas han modificado toda lógica pretérita en el devenir de las cúpulas del vertical sindicalismo argentino.

La postal de la primera huelga general desde la crisis de diciembre del 2001, ha unido a dirigentes de lo más diversos. Pensar hace tan solo un año que la CTA opositora conducida por Pablo Micheli sería la principal aliada del dirigente camionero Hugo Moyano, y que a su vez en esa suerte de realismo mágico sindical, compartirían una jornada de protesta junto al ultra-menemista Hugo Barrionuevo, es tan curioso como la visita a la CGT de uno de los máximos referentes de la Mesa de Enlace, Eduardo Bussi, quien confrontara con los camioneros en los cortes de ruta de las patronales ruralistas por la derogación de la Resolución 125 en el otoño del 2008.

De las declaraciones de los protagonistas surge que el frente único antikirchnerista en el ámbito sindical, ha venido para quedarse. Desde el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo, hasta el controvertido capo de los precarizados trabajadores rurales, el “Momo” Venegas, afirmaron que la voluntad es “que las medidas de resistencia contra las políticas de Cristina Fernández se van a incrementar de no conseguir las reivindicaciones exigidas”.

Pero cuál fue el pliego de demandas que ha sido capaz de unificar las cabezas de jerarcas tan disímiles. Desde el justo reclamo de la modificación del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, la eliminación de los topes a las asignaciones familiares, el aumento de las jubilaciones mínimas, hasta el reintegro de los fondos millonarios que reclaman las obras sociales sindicales al gobierno. A diferencia de las jornadas de protesta contra el menemato o la debacle de la Convertibilidad, donde se resistía contra planes económicos ajustistas, diseñados por los organismos financieros internacionales que sembraron de desocupados la extensa geografía latinoamericana, la primera huelga general en un gobierno kirchnerista tiene la peculiaridad de no haber sido por el reclamo de creación de puestos de trabajo, ni por un eje que se ha convertido en la asignatura pendiente del actual modelo de desarrollo con inclusión, la precarización laboral que aún persiste como herencia de la llamada flexibilización noventista y se convierte en una suerte de “derecho adquirido” por parte de significativos sectores del empresariado. Tampoco se habló una sola palabra por parte de los principales referentes de la jornada de protesta, del grave contexto recesivo de uno de los principales mercados importadores de productos argentinos, la Europa comunitaria y sus rabiosos planes de austeridad.

Lo cierto es que la huelga general no por casualidad se efectiviza a días del cacerolazo opositor de los sectores medios del 8N. Con el firme intento de esmerilar la iniciativa política del gobierno de Cristina Fernández a un año tan solo de su triunfo en primera vuelta con el 55% de los sufragios. El interrogante es si la voluntad opositora de Moyano, Barrionuevo y Micheli, ha alcanzado su techo o la jornada de protesta y su capacidad convocante ha sido tan sólo un piso que irá in crescendo.

El otro interrogante es el nivel real de representación de la actual dirigencia sindical en el común de los trabajadores no sindicalizados cercanos al 70% del total de los asalariados y, fundamentalmente, en las capas etarias menores de 40 años; el nivel real de representación de un modelo sindical que hizo eje en el aparato y descuidó la actividad sindical puertas adentro de los lugares de trabajo.

Cabe preguntarse si el paradojal dispositivo sindical que ha cumplido un rol histórico desde mediados de la década del cuarenta; que entra en crisis con los amplios contingente de jóvenes que se sumaron al activismo sindical a fines de los sesenta y que impulsaron un modelo basado en la democracia sindical con una matriz gremial estructurada desde los lugares de trabajo; hoy, a años de esos acontecimientos, el desafío de las cúpulas sindicales, en distintas circunstancias y con nuevos actores adquiere una recurrente vigencia. El interrogante es si el histórico modelo sindical, más allá de su cercanía o lejanía del gobierno de turno, o de su verba combativa, podrá navegar en las inciertas aguas de la atomización sindical, transformando su lógica vertical, abriéndose a los nuevos tiempos y en particular a las nuevas generaciones de asalariados ajenos al verticalismo y a la organicidad sindical.

Fuente: elliberal.com.ar

 

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