La necesidad sindical de cuadros propios en el escenario político

La necesidad de canalizar demandas, entendidas como necesidades colectivas de imperiosa atención, materializa el paradigma de la representación sea ella política o sindical. Y aunque normalmente se pretende reducir la representación sindical a una mezquina lucha salarial o de categorías convencionales, ya nadie en su sano juicio puede discutir que el plan de acción del movimiento obrero procura la defensa de las condiciones de vida y trabajo de la población. A buena hora la realidad se nos presenta como única verdad.

Sin embargo, esta aparente identidad entre la representación política y sindical, haya en sus actores una primera diferencia sustancial.

El representante sindical es el emergente individual del conflicto sectorial. Forjado en la tensión entre capital y trabajo, surge como denominador común de los intereses en juego, en tanto portavoz electo de entre -y por- sus compañeros. A partir de allí, ejercerá la comprometida tarea que implica la doble representación, ya de los trabajadores y –concomitantemente- de su organización sindical.

Por su parte, la representación en clave política observa otra dinámica, distinta tanto en su maduración como en las condiciones de sus actores. Sin ánimo de privilegiar una sobre otra, las diferencias se muestran evidentes.

Y decididamente, esta distinción se vuelve relevante cuando reconocemos en los espacios de naturaleza esencialmente política, aquellos desde donde se gestan las soluciones generales a los problemas sociales. Soluciones cuya onda expansiva desbordan los umbrales de la problemática laboral sectorial.

Vemos aquí una segunda diferencia innegable. El impacto social, en términos cuantitativos, de las soluciones producidas desde los distintos niveles de articulación política son sustantivamente mayores a los producidos por la acción sindical.

En este mapa, donde una pura y consolidada representación sindical productora de soluciones cuyo impacto se encuentra fuertemente supeditado a su ámbito sectorial, encuentra frente ella soluciones políticas de dimensiones superlativas con sustento en una dinámica de representación de menor rodaje; exige del movimiento obrero redefinir su estrategia.

La expresión “sin solución política no hay solución gremial” materializa las ideas vertidas y orientan el plan a seguir. Sera la formación de cuadros sindicales la tarea que deberán emprender la organizaciones sindicales, para dotar de herramientas a los compañeros que asumirán el desafío de la construcción política. Aquellos que representen en primera persona los intereses y necesidades del mundo asalariado, como emergentes propios, ávidos de respuestas con dimensiones, ya no sectoriales sino políticas.

A pocos días de cumplido un nuevo aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón, quien fuera electo tres veces presidente constitucional del pueble argentino, vemos como el tema que nos ocupa encuentra en su legado la claridad de la experiencia. El 2 de noviembre de 1973, diría ante la conducción cegetista: “renunciar a la política es renunciar a la lucha”.

Para siempre, el primer trabajador.