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ANÁLISIS Y OPINIÓN

La dimensión política de la unidad

Por Dr. Ignacio Leonardi, (docente UBA-UNLZ), columnista de Mundo Gremial.

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Cierto es que bien conocido resulta aquel proverbio de la indispensable unidad de acción –aquí, refiriéndose a los partidos políticos- como piedra angular de la construcción política. Su ausencia materializa una fuerza inorgánica, que no realiza grandes obras ni se consolida en el tiempo. De esta manera, la teoría política informa el camino a transitar por aquellas entidades intermedias que pretenden – a través de sus representantes- primero interpretar para  luego canalizar las demandas e intereses de la sociedad.

Y aunque parezca remoto, son estas mismas variables aquellas que vinculan a la organización sindical con el concepto de unidad de acción, en términos políticos. Es su indudable naturaleza de cuerpo intermedio asi como su invalorable dimensión representativa, las directrices que nos permiten –y hasta nos obligan- a redefinir el alcance de la noción de unidad de acción.

Un repaso por la historia de la conformación y maduración del movimiento obrero argentino nos evidencia con meridiana claridad la importancia del término unidad. Como expresión de la concentración sindical a la hora de negociar condiciones de vida y trabajo del colectivo representado, la unidad sindical se transformó en el paradigma del modelo nacional, donde fuertes y concentradas organizaciones de trabajadores pelean por la conquista de mas y mejores derechos, en tanto expresión colectiva de quienes tienen su voz acallada por la necesidad.

Sin embargo el movimiento obrero y sus organizaciones no son solo paritarias. Aquello resulta una visión reduccionista destinada al fracaso. Como cuerpo intermedio, esencialmente representativo, la organización sindical tiene un profundo compromiso con la realidad nacional, que atiende primariamente las necesidades de sus representados, a la vez que mensura las variables que afectan al todo, comprendiendo el decisivo impacto de sus acciones como actor de suma relevancia en el mundo del trabajo.

Y desbordados los límites de la necesidad sectorial, frente a un escenario que golpea duramente al sector asalariado con políticas que nos remiten a los momentos de incontable pérdida de derechos –muchos de los cuales aún hoy no hemos podido recuperar- el movimiento obrero a través de sus organizaciones sindicales trabajan en la más que nunca indispensable unidad. Que será en la acción y en clave política.

Esta dimensión –de la unidad en la acción- se construye a partir de dos pilares fundamentales. Serán la praxis y la agenda, aquellos elementos que a su turno y coordinados, objetivizan el horizonte de la unidad en la acción. El primero como consenso de las medidas que adoptaran las organizaciones en tanto expresión sindical del todo, fiel reflejo del descontento del trabajador menoscabado en su poder adquisitivo, unos; o ahora desempleados, otros. El segundo elemento como síntesis deliberada y concertada de los temas que apremian a la sociedad en su conjunto y cuyo abordaje resulta urgente e impostergable.

De esta manera, observamos un proceso donde la construcción colectiva de una agenda sistémica en materia de políticas públicas, que incluye temáticas que rebosan –por su impacto- el ideario de cuestiones estrictamente laborales, esta íntimamente vinculada al despliegue de acciones sindicales en reclamo de su observancia en tanto faro que visibiliza el posicionamiento de las centrales obreras.

El enorme consenso y madurez que requiere una agenda consensuada, que involucre a todos los sectores y se identifique con las demandas que subyacen de la coyuntura nacional, es un proceso complejo. Es un camino que paso a paso, y a su tiempo, construye con dialogo y responsabilidad institucional, una agenda de fondo desprovista de mezquindades oportunistas y cargada de intereses y necesidades legítimas.

Asistimos a un proceso donde el eje se encuentra en el como y no decisivamente en el cuando. Al modo parlamentario, se viene trabajando en un  núcleo de lineamientos básicos sobre los que se levantará la identidad de la nueva conducción cegetista.

La unidad plantea la confluencia de diversas expresiones, tan múltiples y disímiles como convencidas de la necesidad de trabajar en un denominador común que refleje lo urgente y actúe en consecuencia. Que se traduzca en la puesta en marcha de los medios que sean oportunos para obtener un determinado fin.

Fin que, históricamente, consiste en la protección del pueblo trabajador.

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