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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Los Moyano, ante el momento político más débil en décadas

El reciente cierre de listas ratificó una tendencia: el moyanismo pierde peso político y pone lentamente en jaque el imperio Hugo Moyano.

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A lo largo de las décadas, Hugo Moyano supo instituirse como uno de los grandes últimos referentes del sindicalismo argentino. No sólo por su influencia en el ámbito gremial laboral sino a través de una fuerte presencia en el seno político, por medio del peronismo.

El líder de los Camioneros asumió en el máximo cargo del gremio a fines de la década del 80, y ya en 1987 accedió a la Legislatura bonaerense como diputado provincial de Buenos Aires por el Partido Justicialista. Comenzaba la era moyanista, en el sindicalismo y la política.

Durante los años noventa fue impulsor y referente del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), el icónico espacio sindical que enfrentó al menemismo. Más adelante sería clave durante el gobierno de Néstor Kirchner, de quien fue aliado en la Argentina poscrisis de 2001. En 2004 fue electo secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT).

Moyano mantuvo una estrecha relación con el kirchnerismo. El presidente Kirchner acompañó el crecimiento del sector sindical liderado por el camionero, que traspasó las fronteras del transporte comenzando a tallar en otros espacios de trabajo. Por esos años, el líder gremial también fue presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires.

El fin de la relación con el kirchnerismo llegó con los enfrentamientos con la otrora presidenta Cristina Fernández en 2010-2011.

En 2013, Moyano creó su propio partido político: El Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo. Desde allí comenzó a batallar por espacios legislativos en todo el país. Y lo consiguió: en 2015 llegó a tener cuatro diputados nacionales propios Jorge Taboada (Chubut), Facundo Moyano (Buenos Aires), Omar Plaini (Buenos Aires) y Enrique Castro (San Juan).

Además, sumó dos diputados provinciales en la legislatura bonaerense: Héctor Martínez (Camioneros de Mar del Plata) y Jorge Mancini (AGOEC).

Tras un coqueteo con Mauricio Macri y la decisión de no respaldar la candidatura de Daniel Scioli en 2015, comenzó el derrotero político del moyanismo, que coincidió con un alejamiento de Hugo del frente de batalla. Su lugar fue ocupado por su hijo Pablo Moyano, quien puso su impronta a las negociaciones y conversaciones con el arco político.

El perfil de Pablo determinó una nueva etapa del moyanismo. Enérgico e impulsivo, el hijo mayor de Hugo construyó su propia gestión accediendo a la vicepresidencia del Partido Justicialista Bonaerense y la conformación del Frente Sindical para el Modelo Nacional, desde donde arremetió contra el macrismo poniéndose la medalla de frenar una reforma laboral.

Más adelante llegaría el ascenso a la cosecretaría general de la CGT con un deslucido andar durante la presencia de Alberto Fernández, acompañando las decisiones de la máxima central, sin paros generales ante un panorama económico complejo con 114% interanual, 50% de pobreza y un fuerte deterioro en los salarios.

A pesar del acercamiento a Máximo Kirchner, el moyanismo quedó fuera de todo en el último cierre de listas. Lejos del máximo explendor del espacio construido en los 90 y 2000, el clan Moyano transitará los próximos años sin representación propia en el Congreso Nacional y la legislatura bonaerense.

Otro síntoma de debilidad y desintegración del Imperio Moyano es la conflictividad en el seno de la familia. La caída del poderío da cuenta de los cruces internos entre Hugo, Pablo y Facundo. El tridente ya no funciona como lució en otro momento y las diferencias políticas son notorias y problemáticas.

El capítulo más visible tuvo lugar días antes del armado de las listas, con Hugo en un escenario acompañando a Scioli y postulándose como precandidato a diputado nacional, en simultáneo con la reunión que su hijo Pablo mantenía con el también fallido candidato Eduardo «Wado» de Pedro. Facundo, lejos. Los desencuentros podrían contribuir al inicio del fin de una época virtuosa.

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