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La emergencia del sentimiento de pertenencia colectivo

Por Carlos Chino Fernández, columnista de Mundo Gremial.

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Durante el mes de marzo del corriente año se han producido dos hechos trascendentes. Por un lado, la desaparición física del presidente de Venezuela, Comandante Hugo Chávez. Por otro, la designación del Cardenal Primado de la Argentina, Jorge Bergoglio como máximo responsable de la Iglesia Católica (el Papa Francisco).

Estos dos hechos son de distinta naturaleza, por lo tanto, su análisis y explicación son diferentes. No obstante, ambos hechos han generado un fenómeno similar en grandes masas de nuestra población suramericana, que involucra especialmente al pueblo venezolano y al argentino: Un sentimiento masivo de pertenencia y de identidad a un conjunto de creencias y valores.

Una parte muy importante del pueblo suramericano se expresó masivamente en la calle. Sintió realmente que formaba parte de un colectivo, de una comunidad de creencias y sentimientos, en donde se amalgamaron creencias populares no necesariamente católicas con la resurrección como hace mucho no se veía, de la fe católica de nuestro pueblo.

Merecería una observación a parte, la relación compleja entre catolicismo y peronismo; entre chavismo, catolicismo y socialismo, etc., etc. Lo importante para esta nota, es la emergencia de un sentimiento colectivo de pertenencia a una comunidad. Un sentimiento masivo en donde lo pagano popular y lo religioso se entreveraron.

Estos dos hechos mostraron la necesidad para el pueblo de una revitalización de lo “próximo”, pero a diferencia de la existencia múltiple de espacios de pertenencia acotados para el hombre posmoderno, aquí se vivieron experiencias masivas. Fue como la contracara del hombre des-humanizado de la posmodernidad, un hombre alejado cada día más de una comunidad de afectos, emociones y valores espirituales de gran escala.

Este Hombre ensimismado y perdido en su cotidianeidad de manera individual o a lo sumo enlazado en pequeños grupos, vivenció en estas experiencias, ser parte de una comunidad mayor.

Pensarnos nuevamente como parte de una comunidad continental, en nuestra comunidad de Patria Grande como lo hiciera entre otros, Manuel Ugarte (1875-1951), es considerar estos fenómenos culturales, constitutivos de la esencia de la gran Nación Suramericana. De su SER.

La Sociología actual y el Pensamiento Nacional

En la segunda mitad del siglo XIX hombres como Alberdi, vieron en el “Desierto” y, en las grandes extensiones de territorio vacíos de población un problema a resolver. Los hombres del Centenario pensaron nuestra Nación, con la conciencia clara del desafío que implicaba la inmigración y el mestizaje (Julio Icaza Tijerino 1919-2001), que nos permitiera ir construyendo una unidad de pertenencia.

Fue después el “cosmopolitismo” un factor disolvente para muchos de nuestros pensadores y hombres de acción, sabiendo que, muchas veces aquella diversidad política conspiraba contra la unidad orgánica entre la Nación y el Estado continental. Hoy, parece ser la cuestión social, la gran atomización y fragmentación social el aspecto fundamental de los obstáculos a vencer, en este Bicentenario del reencuentro con nuestra unidad territorial y, de identidad colectiva cuando de América del Sur se trata.

La sociedad industrial abierta, con la aparición de la industria, liberó la fuerza de trabajo esclava, formándose una estructura social no menos injusta entre los propietarios o no de los medios de producción, que fue diversificándose económica, social y culturalmente. La lucha entre proletarios y burgueses, se fue entremezclando con la aparición de contradicciones y tensiones entre una diversidad de segmentos y capas sociales medias urbanas.

El orden financiero posterior alejó al hombre cada vez más de sus condiciones naturales y de sus medios de existencia, de su propia humanización. Generó al mismo tiempo una especie de estructura de castas sociales aisladas entre sí, que se superpuso a la ya tradicional división de clases sociales propia de la sociedad industrial.

La movilidad social ascendente, característica de muchas sociedades modernas industriales se detuvo, en aras de una sociedad cerrada en compartimientos estancos. El mejoramiento de determinados sectores de la sociedad en sus condiciones laborales y de ingresos no ha logrado modificar la estructura de diferenciación socio-cultural de nuestra contemporaneidad.

A tal punto que en nuestro país el mejoramiento de la vida de la población de estos últimos años, ha sido acompañado por una consolidación del pauperismo oficial y de una fracción social de capas medias altas, cada día más enriquecida y en condiciones de encierro privilegiado en barrios, escuelas y otros servicios exclusivos. Como contraparte, tenemos la existencia de un techo limitado a las posibilidades de superación de la gran mayoría de las capas sociales medias y medias bajas.

Es nuevamente el aspecto cultural, son las creencias populares y religiosas el elemento emergente que marca los términos de unidad de la comunidad. Es el desafío de la sociología leer esta situación y la construcción política resolver, más allá de las manipulaciones mediáticas y políticas electorales.

La sociología aplicada puede dar un gran aporte y alimentar la vertiente revisionista de nuestra historiografía, partiendo de los hechos que conmocionan en nuestro territorio a nuestro pueblo y, analizarlo con cabeza propia, a la luz de nuestra propia historia. Son hechos que hunden sus raíces en el origen de nuestra nacionalidad.

 

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