¿Por qué necesariamente las aplicaciones y las nuevas tecnologías tienen que venir acompañadas de precarización laboral o disminución de los derechos?
Esta es la pregunta retórica que se baraja en ciertas huestes de abogados laboralistas vinculados a sindicatos. Hoy la discusión, por lo menos desde el lado del Gobierno y los empresarios -que aprovechan el clima de época-, una cosa viene, indefectiblemente, atada a la otra. El dogma es el de siempre: «A regímenes nuevos, validar constituciones nuevas». Basta ver el caso de las aerolíneas Low Cost que, con Flybondi a la cabeza, impusieron un sindicato por empresa eludiendo a los gremios existentes y por actividad que copan el servicio en las aerolíneas tradicionales. Justifican desde las Low Cost: «si no hacemos un sindicato por empresa, no podemos ser low cost; nos convertiríamos en una aerolínea tradicional».
Desde el arco sindical juran y perjuran que «no» rechazan los avances tecnológicos porque son «inexorables»; pero que «debe haber un marco de contención a los trabajadores y no un laissez faire». Se quejan: «El Gobierno nos hace ver como piezas de museo». Algo de eso hay en muchos dirigentes que hace tiempo superaron su fecha de vencimiento… y siguen. En cualquier caso, la batalla de lo moderno y lo viejo existe y cómo conducir el cambio de paradigma es el quid de la cuestión: Y claro está no encuentran en la administración Macri una contención para con el sector obrero y desconfían; ¿algo que acaso no ocurriría con un gobierno peronista? A no confiarse de nadie: una traición en política puede ser una cocarda a lucir.
En clave política, antes de entrar en el receso electoral de este año, los gremios venían frenando la Reforma Laboral, con Miguel Pichetto a la cabeza. Pero ahora Pichetto, está del lado Cambiemos. ¿Y quién defenderá al movimiento obrero en el Congreso ante el lobby empresario y las gestiones oficiales? Es que en caso de triunfar Cambiemos habrá Reforma Laboral.
Como siempre, la política de cabotaje argentina es pobre: Alberto Fernández descartó, de ser electo presidente, cualquier reforma laboral; todo bien a contramano de lo que el Gobierno promueve para crecer. ¿Estamos ante políticas de Estado y por ende de largo plazo, o ante políticas de gobierno, de aliento cortoplacista? Nadie está en condiciones de responder cabalmente. Blanco y Negro: dos posiciones antagónicas para un mismo futuro. Argentinidad al palo.
Al calor de la Reforma Laboral, en la que se discuten, entre otras cuestiones, flexibilización de horas de trabajo con bancos de hora a cumplir, reducción de las exigencias legales para despedir sin motivos, acompañado, claro está, de la reducción en los montos a pagar por indemnizaciones. A ese combo se le suma la pérdida real de puestos de trabajo por las nuevas tecnologías. Veamos: peajes sin personas que cobren, estaciones de servicio en las que el cliente se sirve a su gusto la cantidad de combustible deseada, supermercados en donde no atiende una cajera sino a través de terminales de autopago y bancos sin bancarios. Hay más: camiones que se conducen sin chofer y médicos que te atienden vía aplicaciones a través de los teléfonos reduciendo el costo del traslado, nafta y chofer incluidos. Todo esto suena muy nuevo en Argentina pero hablando de cosas vetustas, el mundo ya funciona así.
A la par que pasa esto, las nuevas tecnologías pulverizan empleos pero también crean nuevos vinculados a la economía del Conocimiento, que ya tiene ley desde mayo de este año. Hablamos, entre otros, de la industria del software, audiovisual, biotecnología, aeroespacial y la satelital; además de las comunicaciones y la fabricación de «bienes 4.0»: todos estos rubros se verán impulsados hasta 2030 por un marco tributario que incluye reducciones en los costos laborales y en el impuesto a las ganancias. Justamente para 2030 y según el «Informe sobre el Futuro del Trabajo» que realizó la OIT este año «se pueden generar 500 millones de empleos en todo el mundo».
Los datos propios de la Argentina dan cuenta que desde el pico de la serie del Indec sobre datos de empleo que se registró en 2017 con 12.387.300 se perdieron 303.100 puestos de trabajo al día de hoy. Y es difícil saber cuántos de ellos se perdieron por las nuevas tecnologías pero es más sencillo inferir que la gran mayoría de ellos se perdieron por políticas económicas erráticas; acaso un debate primario de qué país queremos para poder empezar a debatir como corresponde cuáles son las política de empleo.