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ANÁLISIS Y OPINIÓN

El Estatuto del Peón, de la servidumbre a la dignidad

Por Lic. Emmanuel Bonforti – Columnista de Mundo Gremial

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Este Estatuto tiende a solucionar posiblemente uno de los problemas más fundamentales de la política social argentina (…) no es menor la esclavitud de un hombre que, en el año 44, trabajaba para ganar 12, 15 o 30 pesos por mes. Y esa es la situación del peón. Se encuentra en una situación peor que la del esclavo, porque a éste el amo tenía la obligación de guardarlo cuando viejo, hasta que se muriera. En cambio, al peón, cuando está viejo e inservible, le da un chirlo como al mancarrón para que se muera en el campo o en el camino. Es una cuestión que ningún hombre que tenga sentimientos puede aceptar
Juan Domingo Perón.

Introducción.

Cuando las futuras generaciones consulten acerca de los hitos revolucionarios del peronismo, la firma del Estatuto del Peón Rural debe formar parte de ese extenso listado.

Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión el 15 de octubre de 1944 se firmaron un conjunto de reivindicaciones y derechos contenidos en el Decreto-Ley 28.160/44 que sancionaba el Estatuto del Peón Rural. Con la aclaración de que dicho decreto se derogó bajo la dictadura en 1980.

El Estatuto, desde lo formal, venía a ordenar la actividad laboral del trabajador de campo, pero detrás de algo tan elemental se encontraba una de los hitos políticos más importantes que rompe con la dinámica semicolonial pre peronista. Dentro de los puntos que forman parte del Estatuto figuraban la estabilidad laboral, el aumento salarial, la prohibición de embargar sueldos, el pago en moneda nacional, descansos obligatorios, alojamientos dignos, y por supuesto asistencia social y vacaciones pagas; decálogo de derechos que en el país de las libertades ficcionalizadas de las oligarquías terratenientes no era contemplado.

La influencia impersonal de la oligarquía.

Los eruditos ajenos a la realidad del pueblo se encargaron durante años de restarle importancia al rol de la oligarquía en la vida política, económica y social en la Argentina, sosteniendo que la palabra oligarquía era un concepto en desuso. Sin embargo, el golpe de 1955 demostró cómo esa oligarquía seguía ensangrentando al país. Es que esa clase social consideraba que lo ocurrido en 1955 se había tratado de un ajuste de cuentas contra la clase trabajadora y dentro de ese ajuste asomaba el recuerdo de la sanción del Estatuto del Peón Rural.

Pero, ¿por qué esta oligarquía que se encargó de llenar con sangre nuestro desarrollo histórico nunca tuvo condena?

Al decir Juan José Hernández Arregui “El poder de la oligarquía excede su fuerza material y su influencia fue de características impersonales” atraviesa todas las instituciones encontrando en el plano cultural y educativo un canal transmisor de sus estilos de vida. De esta manera, la oligarquía va construyendo hegemonía haciendo pasar sus intereses como colectivos, lo cual le permite reproducirse sin sujetarse a juicio definitivo. A partir de su solidaridad y cohesión interna se ramifica entre otros sectores sociales y logra construir una ficcionalidad material. Siguiendo a Hernández Arregui el núcleo central de esta oligarquía es la estancia y en su relato histórico la peonada rural aparece como su peor adversario. El nativo desplazado de su tierra es el objeto de alteridad por parte de la oligarquía. Ese rechazo se convierte en tradición al advertir una continuidad de odio por parte de esta clase a la peonada que acompañó a Juan Manuel de Rosas que decidió levantarse contra el poder centralista del gobierno liberal de Bartolomé Mitre. En paralelo esa peonada rural significó el reservorio de la nacionalidad en un país donde su clase política vinculada a la oligarquía no se ruborizaba a la hora de delegar soberanía. En esa tradición se encuentra el origen y su encono contra la política de acceso de derechos del flamante Secretario de Trabajo y Previsión Social, Juan Domingo Perón.

No es de extrañar entonces que, en los días previos a la sanción del Estatuto, la oligarquía haya hecho uso de su poder silencioso y secreto basado en intereses burocráticos, financieros e internacionales para dinamitar el mencionado decreto. Para esto también acudió a todo un aparato cultural afincado en la Universidad y con ramificaciones políticas. En otro orden de cosas, no resulta ajeno que esa Universidad, hija de la oligarquía, considerara que el país ganadero no necesitaba de ciencia y tecnología porque en el desarrollo del monocultivo se encontraba el bienestar nacional. En ese marco, se explica el rechazo de este sector a la sanción del Estatuto.

El Estatuto que no nace de un repollo.

Carlos Piñeiro Iñiguez, antes del 17 de octubre de 1945, resalta el trabajo que Perón había estado realizando durante esos dos últimos años en relación al Movimiento Obrero. En esa línea podemos decir que no hay 17 de octubre sin Estatuto del Peón Rural ya que éste forma parte de los hitos fundantes y sin lugar a dudas en las jornadas de octubre los peones rurales adquieren un lugar protagónico. Es que, con la sanción del Estatuto, ese sector tan postergado adquirirá algo parecido a la dignidad.

En la sanción del Estatuto se vislumbra la comprensión de problemas que aquejaban a una parte de los trabajadores argentinos y esta comprensión deriva de un análisis que posibilitó la emergencia de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, el laboratorio de ideas que diseñó la dignidad de la clase obrera. Dentro de ese laboratorio se observa la necesidad de modificar las condiciones de vida de los trabajadores rurales, motivo por el cual el Estatuto forma parte de ese momento histórico omitido por la literatura liberal pero clave para comprender la necesidad de un nuevo esquema de derechos necesarios para una Argentina más justa y solidaria.

No es casualidad que la nueva Secretaría convierta a Perón en un súper ministro a cargo de temas de salud, jubilaciones, maternidad, alquileres, vivienda, créditos. Esto se verá plasmado en la intervención de Perón en los sucesos del terremoto de San Juan, pero también quedará después de manifiesto en la planificación que llevará a cabo en materia sanitaria Ramón Carrillo. Así el Estatuto de Peón Rural debe inscribirse en este marco de intervención que busca torcer años de malas condiciones de vida de los sectores populares.

Perón, con la sanción del Estatuto del Peón Rural, pone en discusión una serie de elementos. Entre ellos, la máxima tan mencionada a la actualidad “correlación de fuerzas”. Es que la sanción viene a modificar una organización productiva basada en la ilegalidad que emanaba de la asociación comercial entre la oligarquía y Gran Bretaña.

En esa línea, el Estatuto no es sólo ampliación de derechos y mejores condiciones de vida, sino también intervenir en una lógica productiva diseñada por la oligarquía, pero funcional al imperio británico, quien hasta 1943 fue amo y señor del destino de nuestra nacionalidad. En tal sentido -señala Vera Pichel- “El decreto golpeó directamente a quienes habían manejado la Argentina a su libre arbitrio hasta poco tiempo antes, lo cual era golpear al poder mismo que detentaban”. De ahí que pensar en el Estatuto del Peón Rural es pensar la Revolución Peronista.


* Por Emmanuel Bonforti es docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa)

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