ANÁLISIS Y OPINIÓN
La formación de la conciencia nacional y el frigorífico Lisandro de La Torre
Por Emanuel Bonforti*
En el mercado del hombre, si no es bueno el rendimiento, se empieza con los despidos y acaba en el vaciamiento.
El radicalismo, el hoy partido centenario, para 1959 se encontraba atravesado por una lenta agonía que lo empujaba a tomar un camino cada vez más cercano a los intereses antinacionales. Alguna vez Jorge Abelardo Ramos dijo: ”La Unión Cívica Radical se funda en ese malentendido, o por mejor decir, descansa en esa contradicción que define al movimiento desde su origen: mitrismo o nacionalismo, transigencia o intransigencia; dilema que ha subsistido hasta nuestros días y que pone al desnudo la naturaleza contradictoria de nuestra clase media”.
Los hechos que giran alrededor de la toma del Lisandro de La Torre pueden analizarse en el marco de la contradicción histórica del radicalismo donde observamos un proyecto económico social impulsado por el entonces presidente de la entrega de la soberanía y del regreso al coloniaje.
Frondizi, edulcorado y antinacional
En su afán por consolidar el Estatuto legal del coloniaje, el gobierno de Frondizi impulsó un plan de estabilización diseñado bajo dos variables. Por un lado la oligarquía vacuna, en ese punto el plan formaba parte una receta básica, devaluación, socavar el rol del Estado en materia de regulación económica y favorecer a un grupo minoritario expresado por los dueños de la argentina pre peronista. Pero, por otro lado, Frondizi también fue reconocido como un promotor del industrialismo dependiente, de ahí su relación directa con el desarrollismo, vertiente que bajo el pretexto de fomentar la industrialización significó una etapa superior en la entrega de la nacionalidad y una industria diseñada por los sueños del imperio.
Estas dos variables tienen un actor entre ceja y ceja: el movimiento obrero organizado a través de la Confederación Argentina de Trabajo. Así, para agosto de 1958, se sancionaba la Ley de Asociaciones Profesionales, que tenía como misión precisamente minar el poder de la CGT bajo el pretexto de la creación de sindicatos libres. Moraleja, siempre que aparece el vocablo “libre” en países semicoloniales hay que sospechar.
En paralelo se evidencian algunas vacilaciones que complejizan la caracterización del período, donde se deroga el Decreto Ley 1461 que prohibía mencionar la palabra Perón o cualquiera de sus derivados. Al fin y al cabo las vacilaciones eran parte de esa naturaleza anti nacional del radicalismo reaccionario.
El motivo central del levantamiento
La política de desgaste del Ejecutivo para con los trabajadores del frigorífico se vio cristalizada cuando llegó al Congreso el proyecto de Ley de Carnes donde uno de sus puntos era la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre, símbolo del abastecimiento al mercado interno. El proyecto contemplaba la venta a una corporación multinacional dedicada al comercio de la carne, en definitiva, nada nuevo cuando se menciona un plan de estabilización. Con el proyecto consumado, los trabajadores iniciaron negociaciones denunciando las consecuencias en los puestos de trabajo lo cual implicaba una privatización. Además los trabajadores incorporaron demandas de carácter nacional, rompiendo con una lógica de reclamo meramente sectorial dando muestras de la particularidad de los procesos de lucha en nuestro país y del sentido de nacionalidad por parte del movimiento obrero organizado.
El esquema es sencillo; Frondizi buscaba desnacionalizar una de las áreas generadoras de riqueza. El radicalismo lo impulsó a través de la Corporación Argentina de Productores de Carne que se desprendía de la Junta Nacional de la Carne, órgano creado al calor del pacto Roca-Runciman durante la Década Infame. En este contexto asistimos a una nueva reedición de aquel pacto, donde el nuevo acuerdo tenía como objeto quedarse con una gran cantidad de divisas que provenían de la cuota de exportación de carnes con una diferencia que no aparecía durante la década del 30: la resistencia del movimiento obrero, herencia de los años peronistas.
Asistimos a un problema típico de un país que reforzaba su perfil semicolonial donde los negocios a los que apuntaba el poder se vinculaban con una impronta de primarización de la economía. Llegado el caso la irrupción del movimiento obrero organizado, en pos de sostener las fuentes de trabajo, no fue más que la expresión de un conocimiento claro y práctico sobre un plan económico atado a los intereses del capital extranjero.
Experiencia, conciencia nacional y organización
Con Sebastián Borro, como hombre clave del proceso y delegado gremial, se va trazando una estrategia sectorial que reconoce la importancia estratégica de la industria de la carne para el resto de la nacionalidad. De hecho, en plenas sesiones legislativas, los trabajadores exigieron “la defensa del patrimonio nacional y se manifestaron en contra de la entrega del frigorífico a manos privadas”. Al encontrarse con la negativa del elenco oficial los trabajadores decidieron el inicio del paro de actividades y la toma del frigorífico.
La respuesta debía ser vista en sintonía como una apuesta reaccionaria y un laboratorio para lo que luego fue la Doctrina de Defensa Nacional. Se enviaron a la calle tranques de guerra norteamericanos que eran conducidos por hombres del Ejército, mancha olvidada para la historiografía radical amante de los buenos usos y costumbres. El jefe de Policía del gobierno radical era Jorge Esteban Caceres Monié quien luego formó parte del equipo de Luis Magaride en los difíciles años 70.
Ante la avanzada represiva del gobierno radical la resistencia iba tomando músculo y en la periferia de la ciudad de Buenos Aires se fueron sumando obreros y familias. Aquellos hijos del primer peronismo en Lisandro de la Torre asisten a su bautismo de fuego. El elemento generacional pero sobre todo el sector social era clave para comprender el futuro accionar de la Resistencia Peronista.
En relación a los sucesos de Matadero dirá John William Cooke: “Si los medios de lucha que ha usado (la clase trabajadora) no son del agrado de los personajes que detentan posiciones oficiales, les recordamos que los ciudadanos no tienen la posibilidad de expresarse democráticamente y deben alternar entre persecuciones policiales y elecciones fraudulentas. No es posible proscribir al pueblo de los asuntos nacionales y luego pretender que acepte pasivamente el atropello de sus libertades, a sus intereses materiales y a la soberanía argentina (…) pero sí puedo decir que el único culpable de lo que pasa es el gobierno, heredero en esta materia de la oligarquía setembrina. Por ello el pueblo está en su derecho de apelar a todos los recursos y a toda clase de lucha para impedir que siga adelante el siniestro plan entreguista. Esa y no otra es la meta que procura el Justicialismo encabezado por su Jefe, el General Perón”.
Consideraciones finales
La huelga y la toma de los trabajadores se convirtieron en el mojón fundamental de la historia de la Resistencia Peronista, un episodio que construye épica y relato al interior del movimiento obrero y al del pueblo en general. La huelga aparece como una reacción de características defensivas ante el plan de estabilización del gobierno de Frondizi. La toma del frigorífico demostró también la emergencia de nuevos delegados sindicales y, sobre todo, el aporte de las bases en la participación del conflicto. Asimismo significó la posibilidad de poner en práctica, en un caso concreto, toda la experiencia en conflictividad social que fue adquiriendo la Resistencia Peronista desde 1955 hsta la fecha pero, por sobre todas las cosas, la huelga demostró el carácter nacional de la clase obrera.
* Columnista de Mundo Gremial. Docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa)