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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Teletrabajo: espantando ideas moyanistas y lo que falta

Del debate de esta semana en Diputados, Héctor Daer se preocupó en aclarar que “el teletrabajo es una modalidad y no una actividad” para evitar futuros conflictos de encuadre gremial.

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En su exposición del martes ante la Comisión de Legislación del Trabajo, Héctor Daer dejó bien en claro que “el Teletrabajo es una modalidad y no una actividad”. Traducido: que a nadie se le ocurra que todo aquel que teclee desde su casa para trabajar puede cambiar al sindicato de origen al de la Unión Informática.

El mantra sirve para espantar el dogma de los Moyano y de Omar “Caballo” Suárez: de que todo lo que está arriba de ruedas y/o de un barco (respectivamente) “me pertenece”. Así fue como fue la familia camionera rapiñando afiliados de otros sindicatos, basta recordar la última pelea con Mercado Libre por los que manejan los clark.

El mensaje apuntó acaso haya apuntado a la Unión Informática aunque su secretario general, Ignacio Lonzieme, dijo públicamente e incluso ante este medio que “el Teletrabajo es una modalidad y no una actividad”. Acaso el temor del secretario general de la CGT sea que la familia Moyano, que estuvo detrás del armado de este gremio, replique su formato agresivo de captar afiliados.

Como sea, la cuestión corporativa se entiende: la CGT intenta velar por la armonía entre sindicatos, aunque claro está no lo logra porque es, diríamos, natural que no lo logre por las cuestiones de vedetismo, poder, dinero, y todos los etcéteras que puedan caber.

Lo que dejó el debate sin debatir…

En el intercambio que tuvo lugar el martes, se habló del tema más preocupante a futuro: la fiscalización de los trabajadores que hagan teletrabajo. Con dos ejes: uno que esta modalidad propicia el trabajo en negro cuando ya tenemos en el país niveles de no registración por encima del 40%. La otra es el dumping que se pueda generar contratando trabajadores más allá de las fronteras de nuestro país. Se propuso la creación de un Observatorio que regule estas cuestiones; responsabilidad que podría caberle al ya atareado ministerio de Trabajo. Se verá.

Es cierto que hay poco dato empírico sobre la cuestión y que se estima que el Teletrabajo post pandemia podría alcanzar al 27% de la masa laboral argentina, según un estudio de CIPPEC, (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento). No hay mucho más que eso: de hecho, quedó en evidencia en las exposiciones que nadie tiene mucha idea en dónde estamos parados. Lo que se desdobla en dos cuestiones: un desconocimiento para llevar adelante una legislación satisfactoria y que la pandemia y la consecuente cuarentena adelantaron los tiempos dejando a la intemperie un mal argentino de raíz: la no previsión. Daer se hizo cargo de ese mal: “Esperábamos otro momento, quizá post pandemia, para el tratamiento de este tema que viene desde hace muchos años”. Sin palabras.

El otro tema que no se tocó en el debate parlamentario de la Comisión, pero que podría cambiar la lógica del pensamiento del empresario y del trabajador y esto es que el Teletrabajo induce a trabajar por objetivos y no por cumplimiento de horario; algo habitual en ciertas empresas de tecnología. Sería el caso de implementar en una empresa un sistema de información como hito de trabajo mensual: por ejemplo, en ciertos casos, puede haber escalonamiento de tareas lo que hace que el trabajador X realice su tarea después del trabajador H; por lo que X no trabaja hasta que finalice H.

El tema del horario es uno de los que más hay que ajustar. Claudio Marín, secretario gremial de la CTA de los Trabajadores pero también secretario general adjunto de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina (FOETRA), denunció abusos. Conocedor del tema comentó que “aquellos que tenemos representados en Teletrabajo se nos está dando una situación terrible que es que las jefaturas están llamando a trabajadores sábado, domingo y a cualquier hora de la noche, del almuerzo o lo que sea; en definitiva: no se respeta jornada porque total está a mano”.

Un tema más complejo y que esta ley no alcanzará es la prestación del servicio de server: la mayoría de estos dispositivos están en otros países cuando podrían legislarse que estuvieran en nuestro país. Eso daría más trabajo y mucho personal de la rama informática podría encontrar otra veta de especialización. Hablamos de una palabra de moda por el caso Vicentin: soberanía informática. Pero esto quedará para más adelante, seguramente para cuando ya sea demasiado tarde.

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