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CGT: La normalización de las regionales tensa las relaciones en el Consejo Directivo

Interpretaciones sobre el estatuto y un reglamento interno abren un escenario de conflicto entre dirigentes de conducción nacional.

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El tedioso camino de la normalización de las delegaciones regionales de CGT, a cargo de la Secretaría del Interior de Abel Furlán, toma temperatura día a día. Los obstáculos para garantizar la unidad en algunas delegaciones del interior comienzan a hacer mella en el interior de la conducción nacional.

Es que existen fuertes diferencias de criterio. Un sector de la CGT apuesta a una apertura y ampliación de la representación en cada regional con la incorporación de gremios provinciales y zonales, a través de un proceso electoral abierto con el voto directo de las orgazaciones a través de las urnas.

Contexto: las normalizaciones están a cargo de Interior. Así lo estipula el Artículo 65 del renovado estuto de la central sindical. Son funciones de secretaría: a) «tener a su cargo la coordinación entre las distintas regioanles del país de manera que este al tanto de todas sus actividades, encuadrándolas dentro de la orientación emanada del cuerpo central directivo», b) «vigilar el cumplimiento de las obligaciones emergentes del presente Estatuto por parte de las delegaciones regionales», y c) «llevar el control de la concurrencia en Asambleas Regionales».

Pero la interpretación de un Reglamento de las Delegaciones Regionales, aprobado en 1994, genera tensión.

Tensiones en la normalización de regionales de CGT con críticas a Furlán

«Nadie puede prohibir que en una regional haya elecciones para la normalización. Es la democracia sindical activa. Siempre lo mejor es el entendimiento del conjunto, pero si no se logra, las urnas. Nadie puede impedir eso, ni la conducción central de la CGT. El estatuto es claro«, sostiene Mario «Paco» Manrique, secretario gremial de la CGT, en un audio que tomó estado público en los últimos días tras la publicación de la nota de Mundo Gremial sobre los problemas para alcanzar a la unidad en Villa Mercedes, San Luis, y Córdoba capital.

Un posicionamiento de Manrique que empuja a la libre participación y otorga un fuerte halo de libertad a las organizaciones regionales para concretar las nuevas conducciones a través de las urnas, sin injerencia de la CGT madre.

Por otro lado, bajo el paraguas de la Secretaría del Interior y el reglamento interno de las Delegaciones Regionales, exigen el cumplimiento estricto de la normativa vigente impidiendo participar de los armados regionales a los gremios no nacionales. Es decir gran parte de las organizaciones quedarían por fuera de las delegaciones de CGT.

Un ejemplo es el caso del sindicato de empleados públicos de Córdoba, el SEP, que conduce José Pihén, actual secretario general de la CGT Córdoba y con mandato de diputado provincial vigente. Esta organización es de alcance provincial y por ende está impedida de adherirse a la CGT nacional, ya que a esta última pueden confederarse federaciones o sindicatos nacionales.

Con el Reglamento que defiende a rajatabla Abel Furlán y su comisionado Horacio Otero desde la Secretaría del Interior, que en su articulo 1 imprime como requisito a toda organización que quiera ser parte de su delegación regional estar confederado a la CGT nacional, el poderoso SEP estaría quedando apartado del armado regional cordobés. Pasando de contar con la secretaría general a quedar al margen de la nueva CGT de la capital de la provincia. Los casos se repiten en Córdoba y en cada delegación regional.

Y nace un interrogante: ¿Exiten dos varas para analizar los casos? Quienes respaldan el posicionamiento de la UOM y Furlán sobre la interpretación restrictiva del estatuto y el reglamento interno, ¿no deberían aclarar entonces el por qué de la participación en la conducción nacional de un gremio provincial de petroleros (Empleados Petroleros de Neuquén, Río Negro y La Pampa, décima tercera vocalía del consejo directivo) otrora a cargo de Guillermo Pereyra y hoy en manos de Marcelo Rucci?.

Hoy las interpretaciones estatutarias generan rispideses dentro del propio seno del Consejo Directivo Nacional con miradas disímiles. Una postura apunta a la «democracia activa» y la ampliación de la participación de organización; en contra de otra mirada intransigente atada a un reglamento vigente desde abril de 1994 y que nunca fue difundido públicamente.

Esta situación es motivo de intensos cruces en el interior de las delegaciones regionales y generó fuertes alborotos lejos de la tan mentada unidad que fomentó la nueva conducción nacional de CGT.

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