Asuntos legislativos: El equilibrio y la independencia de los poderes

El sistema republicano implica la división de los poderes del Estado. Hoy se encuentra en debate el equilibrio y la independencia de dichos poderes.

Ciertamente, existe una zona gris donde el ejecutivo, el legislativo y el judicial se cruzan. Hoy el tema en agenda es cómo la suprema corte avanza sobre el resto, pero lo que me motiva a desarrollar estas líneas es cómo interactúan las organizaciones libres del pueblo (específicamente los sindicatos) con los poderes del Estado; y en esta ocasión en particular con el poder legislativo.

No existe dirigente del movimiento obrero que desconozca aquel viejo apotegma del General Perón que decía: “No hay solución gremial sin solución política”. Sin embargo, la pérdida de terreno de los trabajadores en la “realpolitik” nos ha llevado a un lugar de franca desigualdad para con la clase política.

De nada sirve ganar todas las luchas en las calles, si después perdemos todas las peleas en los escritorios. Más allá de los posicionamientos y tácticas de cada una de las facciones obreras, en el sindicalismo no pareciera existir más proyecto colectivo que el de hamacarse cuidando lo propio a la espera de un milagro que nos devuelva el protagonismo de otros tiempos.

Las relaciones laborales de la actualidad se desarrollan en un escenario muy complejo, y las reglas del juego se resuelven en el Congreso de la Nación. La gran mayoría de los trabajadores argentinos no conoce cuántos legisladores de extracción gremial existen, mucho menos sus nombres. Tampoco la batalla cotidiana que les toca dar contra el avance de las patronales explotadoras, que mediante los diputados y senadores que les responden sueñan con retrotraer nuestros derechos al 3 de junio de 1943.

Está claro, al menos para mí, que el sistema demoliberal es contrario a los intereses “descamisados”. Nos toca jugar de visitantes en una cancha hostil, y tiene cierta lógica que la frase “todos los políticos son iguales” se escuche cada vez más seguido y con mayor fastidio. Pero más allá de las sensaciones, el único termómetro que deja poco espacio para la mentira son los proyectos de Ley (o de resolución, o de declaración) que cada bloque y/o representante del pueblo desarrolla e impulsa. Con solo asomar la nariz a la mesa de entradas de las cámaras de diputados y/o senadores de la nación podemos observar una marcada y definitiva contraposición en la hoja de ruta de los diferentes bloques.

El tratamiento de ciertas leyes se lleva la atención de todos los medios de comunicación, y su contenido se vuelve materia de debate más allá del ámbito legislativo, alcanzando las reuniones de amigos y las mesas familiares. Pero es interesante estar al tanto sobre qué temas trabajan nuestros legisladores cuando nadie los mira, cuando las luces de los flashes se apagan.

Decidí hacer el ejercicio de buscar al azar, dentro de lo que fueron las presentaciones en el año 2022, algunos proyectos que tengan que ver con el mundo laboral. Los resultados fueron en exceso predecibles. Todos los proyectos del Frente de Todos tienden a ser beneficiosos para el trabajador y todos los de Cambiemos tienden a perjudicarlo.

A continuación voy a repasar seis proyectos que son una verdadera muestra de hacia dónde apuntan los partidos políticos que hoy dominan la escena:

• El FDT presentó el proyecto S-1517/2022, que busca ampliar los plazos para que el trabajador pueda reclamar una indemnización; el S-1152/2022 trata el tema de la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas; y el S-1920/2022 vela por el real descanso del trabajador.
• En paralelo, Juntos por el Cambio presentó el proyecto D-5555/2022 que deroga la ley 25.323, que plantea una mayor indemnización en caso de relación laboral deficientemente registrada; el D-1884/2022, que incorpora al Código Penal una figura que reprime a sindicalistas y/o trabajadores que realicen medidas de acción directa; y el S-1121/2022 propone ampliar las causales de extinción del contrato de trabajo a favor de los sectores patronales.

Invito al lector a realizar el mismo ejercicio que yo para confirmar que no son seis proyectos elegidos especialmente para probar un punto manipulando la verdad, sino que pueden navegar por el ancho mar de las mesas de entrada del órgano legislativo que se les ocurra; y podrán observar con sus propios ojos la irreversible tendencia que muestra quiénes están del lado de los más humildes y quiénes en su contra.

Desde ya que no es mi propósito escribir una leyenda rosa sobre ningún espacio político actual, mucho menos cuando dicho espacio se encargaría de refutarla cada día. Pero sí es mi finalidad adentrarme en un área neurálgica en la cual pareciera que las organizaciones gremiales no van mucho más allá de alguna demostración de poder puntual, o la resolución de determinada necesidad sectorial.

Me gustaría cerrar esta columna con una reflexión. El poder legislativo tiene una importancia sustancial en un sistema democrático. Incluso el poder ejecutivo necesita del congreso para que este le apruebe la ley de presupuesto nacional, que al fin y al cabo no es otra cosa que el verdadero plan de gobierno. Lo lógico sería entonces que los sindicatos tuvieran en su agenda de primer orden el tratamiento de lo que algunos llaman la “ley de leyes”; ya que en ella el Presidente de la Nación avisa de antemano cuáles son sus planes reales y qué lugar ocupan los trabajadores y sus respectivas actividades dentro del proyecto. Sin embargo nunca tuve la suerte de participar en el ámbito sindical de una reunión o charla, ya sea formal o informal, donde se toque al menos de manera superficial el tema.

No busco con estas líneas que los trabajadores hagamos una autocrítica ni tampoco elaborar un diagnóstico. Simplemente tengo la intención de visibilizar una carencia en términos de agenda sindical colectiva: ASUNTOS LEGISLATIVOS.