INFORMACIÓN GENERAL
Movilización o Barbarie
Por Jorge Triaca

Mi padre, Jorge Triaca, sindicalista del plástico desde su juventud, luego Secretario General de la CGT, y posteriormente Ministro de Trabajo los años 89, 90 y 91, solía decir que hay que saber cuando golpear, cuando es hora de medir fuerzas, cuando negociar, y cuándo acordar, y que esta sabiduría intuitiva era precisamente la que distinguía al Movimiento obrero argentino, que siempre supo cuándo llegaba cada momento.
Esto lo hizo luego de haber pasado por épocas de división, cárcel y persecución durante el Proceso, de haber atravesado momentos de distintas agrupaciones básicamente la CGT Azopardo y Brasil, las cuales no obstante estar divididas se unieron ante la Ley Mucci impulsada en los comienzos de la administración radical del 83 y por la etapa de actuación reunificada en una CGT conducida por cinco Secretarios Generales .
En tiempos difíciles para el país, con una economía devastada por la hiperinflación, en medio de la crisis de la autoridad política causada por la salida anticipada del Gobierno del Presidente Alfonsín, el sindicalismo argentino buscó en aquel momento articular con las fuerzas de la producción y el gobierno en busca de una concordia y una paz social que se pusiera al servicio de la reconstrucción nacional, conciente de que nunca hay un solo actor que pueda por sí solo cuando se trata de la vida de un país. Aproximadamente desde el año 2007 el Gobierno Nacional entró en una dinámica de negación que ha sido sumamente perjudicial para nuestra economía. Como arma política intentó usar el aislamiento y la división de sus adversarios e intentó hacer de la discordia una virtud. Por un tiempo, este recurso, sumado a la manipulación de las cifras reales de la economía pareció aportarle una dispar suerte electoral: venció en 2007, fue derrotado en 2009, volvió a vencer en 2011.
Pero ni los triunfos ni las derrotas lograron alterar la marcha suicida que lleva en lo económico y que está en el origen y en la base de esta crisis política y económico-social que atraviesa y que va mucho más allá del enfrentamiento con el sector de la CGT que lidera Hugo Moyano. Por mala praxis política, se ha negado a atender el principal problema de la economía que es la inflación y por estas mismas razones se ha enfrentado con quien fuera uno de sus principales aliados. En base a una combinación de necedad y ceguera política ha rechazado solucionar problemas reales de los trabajadores causando una crisis que era totalmente evitable de haber actuado a tiempo.
Desde el otro lado, tenemos a un sector del movimiento obrero que obligado por la circunstancias se opone al Gobierno ante la evidencia del desastre mayúsculo al que está llevando la famosa «profundización del modelo» que no es más que un ajuste que pagan los trabajadores, pero que también merece críticas y reparos por no haber reaccionado antes, y por no haber sabido construir alternativas y apoyos que hoy necesita no por una cuestión de nombres sino porque está en juego el objetivo principal de la defensa del salario.
Desde distintas expresiones de la oposición política hemos venido reclamando por la actualización del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias y la consecuente suba de los pisos del beneficio de las asignaciones familiares a través de numerosos proyectos de ley desde el año 2009.
En su momento, varios Diputados Nacionales pertenecientes a la oposición nos opusimos en su momento al uso discrecional de las Reservas del BCRA tanto como a la imposición de un tributo de naturaleza extraña al trabajador a su salario y hasta hemos auspiciado la publicación mensual del “Indice Congreso” para medir la inflación real que afecta el bolsillo de la gente y no la que falsamente publica el INDEC.
El conflicto actual ha desenmascarado la impericia del Gobierno Nacional para desenredar la compleja trama mortal que implica inocular con inflación creciente la economía de un país. Por un lado se niega a homologar acuerdos salariales entre trabajadores y empresarios y por el otro miran para otro lado ante los reclamos de la suba de mínimo no imponible de ganancias.
Esto produce que el Gobierno y Hugo Moyano sean como dos trenes sobre una misma vía en sentido contrario uno del otro: la colisión es inevitable. Reprimir la función gremial con la gendarmería y denuncias penales, o pensar en convocar a las fuerzas armadas sólo nos remite a un pasado de barbarie.
El Gobierno debe cambiar de actitud, escuchar, dialogar, aceptar sus errores y corregirlos. Y al Movimiento Obrero le conviene recordar la experiencia del pasado: cuando están en juego los intereses vitales de los trabajadores, el mensaje claro de la experiencia indica unidad en la acción y el manejo de los tiempos para saber cuando acelerar, y cuando detenerse.»
