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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Vacaciones pagas: un derecho más en la Argentina peronista

*Por Emmanuel Bonforti

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Década del 30, crisis orgánica y ontológica.

La década del 30 se inicia en términos políticos con el primer golpe de Estado moderno.  La víctima no sólo es la democracia sino también el movimiento nacional sintetizado por el presidente depuesto: Hipólito Yrigoyen.  A partir de eso, el país se volvió un vertiginoso escenario de cambios políticos y deterioro del patrimonio nacional.

El movimiento obrero se encontraba en una fase transicional debido a cambios de orden demográfico que habían impactado al interior de la misma organización.

La crisis se expresaba en diferentes órdenes. En el ámbito económico y comercial se podía observar un elemento crucial: la modificación a nivel mundial de las relaciones económicas entre centro y periferia. Esto obligó a repensar la inserción de Argentina a nivel mundial en un contexto en el que su principal socio comercial (Gran Bretaña) reforzaba su política proteccionista recostándose en sus preciados dominios: Canadá y Australia.

Esto derivó en la firma de una de las estafas más grandes que sufrió Argentina expresada en el pacto Roca-Runciman. Al mismo tiempo comienza un proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Debido a esta situación nuestro país debió reorientar, en parte, su actividad económica, lo que derivó en la creación de industrias pequeñas y medianas en los grandes centros urbanos.

Sumado a la crisis del agro, el contexto trajo aparejado el despliegue de migraciones internas que operaron en la composición y la experiencia de la clase obrera.  Con una nueva composición demográfica social, a las viejas deudas de la cuestión social se le sumaron nuevas situaciones y reclamos a resolver. Así, el conflicto social resultaba incontenible en la vieja sociedad oligárquica.

Para paliar los conflictos derivados del nuevo escenario, el elenco gobernante del fraude decidió crear el Departamento Nacional de Trabajo a los fines de pensar algunos mecanismos de intervención. Éstos últimos resultaban escasos, producto de la falta de vocación política pero, sobre todas las cosas, por el desconocimiento de la realidad obrera.

1945,  la comprensión social de la Argentina.

En ese escenario ningún mortal podía imaginar que en menos de 15 años los derechos sociales iban a ser realidad en la Argentina. Esto se explicó por dos cuestiones: en primer lugar por la revolución nacional de 1943, básicamente por el ascenso de Perón, su involucramiento en el mundo del trabajo y el conocimiento del territorio nacional pero también debido a la concepción moderna de las relaciones sociales y a la necesidad de establecer vínculos armoniosos en la comunidad nacional.

En definitiva, sin una fuerza de trabajo organizada que gozara plenamente de sus derechos habría sido imposible el desarrollo pleno de la comunidad.  En esa clave es que debe leerse la sanción del Decreto 1440 del 23 de enero de 1945 donde, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, se proclamaba el derecho de los trabajadores a gozar, por primera vez, de vacaciones pagas.

La modernidad del peronismo se vio expresada en la democratización del ocio y el esparcimiento.  La sanción de las vacaciones pagas fue acompañada por la promoción del Turismo Social, en la cual los sindicatos comenzaron a tener un rol central en lo vinculado al entretenimiento y la diversión.  Pensaron más allá de la lógica del salario, entendieron que el cuidado integral de la salud física y emocional de los afiliados también se desprendía del acceso a otros bienes o, como en este caso, del disfrute del esparcimiento. De esta manera, la organización obrera en ascenso comenzó con la construcción de sus hoteles de verano promoviendo el traslado y el alojamiento de sus afiliados.

Por último, la sanción de las vacaciones pagas contenía un elemento clave que vino a inquietar a la vieja oligarquía.  La costa bonaerense argentina comenzó a cambiar su composición social con la llegada de los nuevos vacacionantes, cambiaron el paisaje, la música y las costumbres de la mano de las diferentes culturas.

El peronismo, en su afán integrador, impulsó y se vio atravesado por un nuevo proceso de mestizaje cultural, esta vez sin exclusión y partiendo de la idea de que nadie podía realizarse individualmente en una comunidad que no se realizara colectivamente pero para esto fue necesario un movimiento obrero organizado que comprendiera las necesidades de la nacionalidad.

En definitiva, la sanción de las vacaciones pagas se trató de una nueva muestra de la singularidad del proceso histórico argentino y de la excepcionalidad de un movimiento obrero que, en su lectura, excede los reclamos meramente sectoriales.

 

* Columnista de Mundo Gremial. Docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa)

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