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Un año de resistencia de los trabajadores de Sniafa

El dueño de la fábrica de 508 y 28 abandonó la empresa y los dejó a la deriva.

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Sin plan de emergencia, sin indemnizaciones, sin avisos previos, las máquinas de la textil Sniafa frenaron su marcha hace un año para nunca más volver al ruedo. “Nos dejaron abandonados”, señala abatido Carlos Martínez, uno de los 180 trabajadores que perdió su fuente laboral con el fin de la fábrica.

Los accionistas desertaron la fábrica y así como quedó la empresa el maldito 13 de mayo de 2010, los trabajadores la mantuvieron hasta el día de hoy. Aunque sufrieron robos en las inmediaciones, su presencia ininterrumpida distribuída en guardias permitió que las maquinarias quedaran intactas. En el medio, hubo promesas de un empresario que se hicieron humo y hubo ayuda del Ministerio de Trabajo, del Municipio, del Sindicato de Textiles y algunos subsidios, que fueron mermando con el correr de los meses. Los que siguen resistiendo son  una veintena de trabajadores que piden que el Estado tome cartas en el asunto hasta encontrar un comprador, antes de que los azote la inminente quiebra de la textil.  

LA RESISTENCIA. Una bandera escrita con aerosol azul y colgada entre las rejas de la puerta de entrada reza “Benjamín Uriburu ladrón”.  Atrás, imponente, se erige la fábrica   que ocupa cuatro manzanas y algunos terrenos traseros también.
En la cocina, cinco de los casi 200 operarios que trabajaban en la fábrica miran televisión mientras preparan unas tortas fritas. Les quedan horas por delante pero no de jornada laboral sino de plena resistencia.

Hace 365 días que nada –ni las inclemencias climáticas, ni el hambre, ni las dificultades de salud– logra desgastar su lucha. Desde el día en que Tarantino y Uriburu, los mayores accionistas de la textil, decidieron abandonar la empresa azotados por las deudas de una mala adminisrtración, los trabajadores decidieron quedarse en ese mismo lugar, hasta tanto les den una alternativa. “Estamos acá no sabemos en qué condición. No fuimos despedidos. No fuimos suspendidos. No nos dieron vacaciones”, señala Martínez a Diagonales.

La sensación que los atraviesa es la de estar librados al azar. “Éramos 180 trabajadores cuando se fueron los empresarios, pero ahora quedamos muy pocos, los de más antigüedad, los que seguimos intentando preservar la fuente laboral y nos turnamos para estar de guardia”, detalla.

No se consideran en una toma, porque de lo que se trata es de “preservar la fuente laboral, para que no falte nada el día de mañana y podamos volver a funcionar”.

En el lapso de doce meses en que llevan resistiendo, hubo tres casos de salud dramáticos. “Dos compañeros fallecieron por el estrés que nos causa esta situación. Y la semana pasada una compañera sufrió un ACV y debió ser internada en el Hospital de Gonnet”, cuenta Martínez.

ESPLENDOR Y OCASO.  La fábrica Sniafa pasó del esplendor al ocaso al cabo de 60 años. Fundada en 1948, perteneciente a Solea Trust Reg y del fondo de inversión The Tower Fund, era conducida por Benjamín Pedro Uriburu, su principal accionista. A decir de sus trabajadores, lo que jamás le faltaron fueron clientes. El hilado que producía era muy especial y vendía al exterior 300 toneladas mensuales, lo que equivalía a ganancias por alrededor de 1 millón de dólares.

Pero la mala administración fue haciendo decaer a la empresa. Los problemas, señalan sus trabajadores, comenzaron tras la crisis, en 2002. Entre 2005 y 2006, la delicada situación financiera de la empresa se agravó y comenzaron a escasear los aumentos, los insumos, y a atrasarse los pagos. Pero a pesar de todos esos signos, el 13 de mayo de 2010 llegó, para sus operarios, de manera sorpresiva. La luz se cortó y los camiones de la empresa se llevaron la mercadería disponible para nunca regresar.

Al poco tiempo, con los trabajadores ya organizados, se apersonó Daniel Eisenber, un empresario propietario de otras dos fábricas textiles llamadas “Valenciana” –una emplazada en Barracas y otra en el sur–, dispuesto a adquirir Sniafa. Proponía tomar a 50 operarios para el inicio, con el compromiso de que sumaría al resto de la planta de manera escalonada. Su única condición era que el Banco Provincia le extendiese un crédito para saldar la deuda de los dueños anteriores. Lamentablemente, las gestiones de los funcionarios no alcanzaron y el Banco no les otorgó el crédito. La posibilidad más concreta que tuvieron los trabajadores se esfumó, así, sin poder reanudarse hasta el momento.

Hoy, los trabajadores saben que en cualquier momento les llegará la quiebra de la empresa, y temen por lo que pueda suceder. En el mientras tanto, viven de changas a contraturno de sus guardias en Sniafa. Agradecen a la Asociación Obrera Textil, que no les cortó el servicio de la obra social. El único que, señalan, continúa negociando por ellos es el Ministerio de Trabajo a  través de su director de relaciones laborales, Daniel Montes de Oca.

Fuente: Diagonales

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