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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Teletrabajo, futuro del trabajo y la trampa del determinismo neoliberal

Por Marcelo Di Stefano

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Cuando en la 107° Reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo de la Organización Internacional del Trabajo realizada en junio de 2018, los mandantes tripartitos de los 115 países presentes -gobiernos, empleadores, y trabajadores- discutieron el Informe de la Comisión de Expertos “Garantizar un tiempo de trabajo decente para el futuro” -que hablaba de tiempos de desconexión, compatibilización de tiempos de trabajo con tiempos privados, jornada híbrida de trabajo, semi presencialidad en la jornada laboral, y teletrabajo- nunca pudieron imaginar, la velocidad con la cual esos análisis y formulaciones sobre la necesidad de abordar o actualizar el tema en la normativa internacional, iban a tornarse el eje prioritario del debate laboral en todos los países, y al mismo tiempo, impulsados por la generalización inédita, e inesperada del teletrabajo.

Tampoco se podía prever el impacto de la Pandemia en el mundo del trabajo, cuando un año después, en ocasión de la Conferencia del Centenario de la OIT, discutimos la “Declaración sobre el Futuro del Mundo del Trabajo”, que se enfoca en una respuesta centrada en las personas a los cambios en el sistema productivo y la organización del trabajo, con motivo de la llamada revolución 4.0, y se construía una hoja de ruta que se empalmaba con los Objetivos de Desarrollo Sustentable ODS de Naciones Unidas poniendo un horizonte temporal de más de 10 años para desarrollar políticas públicas de mitigación de daños.

Las experiencias pioneras de regulación del Teletrabajo antes del Covid 19, habían dejado dos conclusiones extremas, y poco y nada para ver por la gran avenida del centro. Los resultados exitosos se habían dado en Estados Unidos, el país paradigmático de la poca o nula regulación laboral. Allí se transfirió a los trabajadores todas las obligaciones, no se respetaron derechos -tampoco hay demasiados para el trabajo presencial-, y solo se cumplió con la obligación de provisión tecnológica a cargo de la empresa. Un éxito…claro…para el sector empresario.

En la otra vereda, con un estrepitoso fracaso para los empleadores…sí, claro, y un triunfo para el sector laboral, se dio en países como Suiza y Alemania, que debieron regular el teletrabajo cumpliendo con las premisas de protección laboral -derecho a la desconexión, respeto a la jornada, protección laboral, capacitación, derecho a progreso profesional, gastos de conectividad y servicios, etc.-, y el cambio no resultó ni rentable para las empresas, ni positivo como opción para la mayorías de los trabajadores y trabajadoras.

En 2020 la pandemia aceleró los tiempos lógicos de transición, adaptación, adecuación normativa, e implementación articulada del teletrabajo. Actividades puramente analógicas, que no tenían ninguna experiencia de trabajo remoto, tuvieron la necesidad de recurrir a esa metodología como única posibilidad de sostener las prestaciones. La Argentina resiliente una vez más, por caso, sostuvo todo su sistema educativo, judicial, y gran parte de los servicios públicos y privados sobre la base del esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras que pusieron equipos informáticos, conexiones, y metieron la oficina dentro de sus casas, al mismo tiempo que atendían a sus niñez en edad escolar, y sostenían las tareas de cuidado. Los días pasaron, la meseta de contagios no llegó, y naturalmente comenzamos a discutir la necesidad de regular el teletrabajo. Era necesario crear un manto de protección tutelar, una norma de orden público que impidiera el abuso, y debíamos hacerlo antes de que se supere la pandemia para no estabilizar y naturalizar la anomia como modelo.

Ahora es el tiempo de la incorporación de la temática del teletrabajo a la negociación colectiva, y su articulación en los convenios colectivos, para calibrar el uso de esta práctica al sector de actividad, al modelo tecnológico productivo, y con el exigir el cumplimiento de los derechos por partes de las empresas.

Quiero finalizar estas reflexiones con un llamado a no analizar la dinámica de las relaciones sociales y laborales, mucho menos el teletrabajo y otros aspectos instrumentales, teniendo en cuenta solo las miradas proféticas de los gurúes del futuro del trabajo robotizado y con inteligencia artificial que todas las semanas escriben las mismas notas “toflerianas” en los distintos medios de comunicación. Algunos creemos en que es necesario cambiar el modelo social, y luchamos para eso. Basarlo en el humanismo, con un cambio en la redistribución de la riqueza para reducir las desigualdades, un nuevo sistema fiscal mundial, un modelo productivo y energético sustentable que respete el medio ambiente, y la igualdad real de género, más la inclusión de todos los sectores que necesitan protección.

El problema entonces, no es el teletrabajo, los algoritmos, la robotización, o la inteligencia artificial, el problema es el neoliberalismo, o la reconfiguración del capitalismo en su centésima mutación, para la cual todavía no logramos inventar la vacuna.

(*) Marcelo Di Stefano es Abogado, Magister y Doctor en Derecho del Trabajo. Profesor de Derecho del Trabajo y de Ppios, de Der. Constitucional y Derechos Humanos UBA. Secretario Adjunto de FATUN, Secretario Ejecutivo de CONTUA, y Miembro del Comité Ejecutivo de la ISP.

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