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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Moroni resiste: el último albertista en el poder

En la semana más complicada para la figura del presidente, que comenzó con la renuncia de Martín Guzmán, el ministro de Trabajo Claudio Moroni se transformó en una pieza clave para las negociaciones del Frente de Todos. La cartera laboral es el territorio en disputa y en los próximos movimientos políticos se definirá el futuro de la CGT y de la coalición de gobierno.

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La resistencia de Moroni, un piloto de tormentas

La gestión de Moroni lleva 945 días, de los cuales 853 fueron en pandemia. Se transformó, sin saberlo, en un piloto de tormentas. Cuando arrancó como ministro lo señalaban como uno de los integrantes de la “mesa chica” de Alberto Fernández. Prueba de ello fue el acompañamiento al primer mandatario en todo su derrotero en la administración pública. Al asumir lo secundaban Marcela Losardo en Justicia, Ginés González García en Salud y Santiago Cafiero en la Jefatura de ministros. Hoy es el último albertista que mantiene su silla en el gabinete.

Si bien hay funcionarios que no funcionan, no parece ser el caso de Moroni. Los números de este 2022 del mundo laboral hablan por sí solos. En la actualidad, y según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), hay 12.622.000 argentinos con trabajo registrado, un 4,4% más al número registrado en febrero de 2020 en el inicio de la pandemia. Es decir, se logró recuperar la totalidad de los empleos perdidos durante la pandemia y restituir los puestos destruidos en los últimos cuatro meses de 2019.

Diálogo. Moroni, en un acto, junto al titular de la CGT Héctor Daer, y el referente de la UIA Daniel Funes de Rioja

Y en ese contexto, Moroni también fue responsable de los planes para garantizar el pago de salarios en el sector privado y una caída aún más estrepitosa de los puestos de trabajo. Desde la cartera laboral se lanzaron los ATP, se decretó la prohibición de despidos y la doble indemnización y se garantizó la continuidad de las las paritarias libres y reactualizables. La vigencia del plan Fomentar Empleo y el programa de registración del personal de Casas Particulares, entre otras medidas de contención laboral.

En todo ese período y a lo largo de la presidencia de Alberto Fernández, no existió conflictividad laboral. En los años de pandemia la cartera de trabajo piloteó la tormenta con diálogo abierto y directo con los actores. La administración Moroni no será recordada por paros históricos o significativos que en ocasiones marcan la fecha de vencimiento.

A priori, la gestión de Moroni no parece ser el problema. Tampoco la falta de diálogo con el mundo sindical. El ministro ostenta el consenso de los Gordos, los (no tan) Independientes y el Presidente. Sin embargo, la vicepresidenta Cristina Fernández hablando desde la CTA, y Alberto contestándole desde la CGT ,marcaron la cancha donde se va a dar la pelea por el poder. Hoy las centrales sindicales son parte de la discusión política y el Ministerio de Trabajo se trasformó en un territorio en disputa en el Frente de todos.

No todo es lo que parece en política

La discusión no parece terminar en un cambio de nombre. En la CTA Cristina dejó en claro el apoyo al Salario Básico Universal, mientras que Gabriela Cerruti, la vocera del Presidente, dijo que «no está la posibilidad en este momento por las cuentas de la Argentina». Misma postura tiene la CGT, porque sabe que el salario básico condiciona sus negociaciones paritarias, y es la posición política que los Gordos no estarían dispuestos a ceder.

Cristina no piensa el Salario Básico Universal pensando en la CGT, sino en la articulación territorial de esta herramienta con su base electoral. Quizás sea la mejor manera de sacar del medio a las organizaciones territoriales que interfieren en la conexión con su electorado y ganarle la pulseada definitiva a Alberto dejándolo sin su principal apoyo político.

El ministro Moroni asumió el 10 de diciembre de 2019 y es el único albertista puro que se mantiene en su cargo

El Presidente sabe que Moroni hoy articula su acuerdo político con la CGT, el último apoyo de poder real que sustenta su figura. Sin el apoyo de la central sindical y con las organizaciones sociales disputando su territorialidad con el kirchnerismo, su reelección naufraga antes de tiempo. Por parte de la CGT el apoyo a Alberto es contundente, muestra de esto es el acto “a medida” que organizó Gerardo Martínez de la UOCRA en Esteban Echeverría y el Acto del 1 de Julio en Azopardo. El sindicalismo ya dio muestras de lealtad, es Alberto el que tiene que salir a respaldar su cuota de poder en la mesa chica del frente de todos.

El PJ bonaerense quiere hacer pie en el ministerio de Trabajo

Desde que terminó la pandemia, el presidente del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, Máximo Kirchner, recorrió la mayoría de las normalizaciones de CGT en la provincia, puso gente de confianza en el ministerio de Trabajo de PBA, conduce políticamente la Corriente Federal y trazó un acuerdo político con Pablo Moyano.

Esta construcción política es inédita para el líder de La Cámpora, dado que desde sus inicios nunca mostró interés en los temas gremiales, ni siquiera se ocupó de tener interlocutores entre la organización y el mundo gremial (como si los tienen en otros ámbitos como la justicia, las fuerzas de seguridad, los empresarios). ¿Quién es su interlocutor válido con el secretariado de CGT?

Si La Cámpora quiere poner un nombre en el ministerio de Trabajo, dada la situación actual tiene que pensar en un nombre con un piso de consenso como el de Moroni, y con una inventiva y potencia que supere los logros de la gestión actual, que tenga buen diálogo con toda la CGT y el resto del gabinete. El nombre que aparece en la gatera es el de Mariano Recalde, mesa chica de La Cámpora y uno de los hombres de confianza de «Wado» de Pedro, Andrés Larroque y Máximo. Recalde hoy es senador por la Ciudad de Buenos Aires con mandato hasta 2027.

Máximo Kirchner, junto al gobernador Axel Kicillof, en la normalización de la CGT Regional Oeste

Entre el 2002 y 2015 Máximo nunca tuvo acceso al ministerio de Trabajo, Carlos “Highlander” Tomada no dio espacio a nada; loteó y construyó una línea administrativa dentro del ministerio afín a los Gordos que continúa hasta la fecha. Moroni heredó esta estructura sin hacer grandes cambios, quizás por la pandemia y quizás porque no había mucho para cambiar.

El líder del PJ bonaerense sabe que para poder llevar adelante el cambio que plantea necesita las herramientas del ministerio para condicionar al último poder real que le queda a Alberto, la CGT. Desde el ministerio, manejando la línea administrativa como han hecho en otros organismos, pueden otorgar personerías, normalizar sindicatos, hacer un festival de habilitaciones de listas para competir en todas las elecciones sindicales (y empezar a construir con las bases kirchneristas de delegados), entre otras complicaciones para todo el arco sindical que hoy tiene todo ordenado. El caso UATRE de este año fue prueba de la necesidad de manejar la botonera y Pablo Moyano también lo entiende así.

Sosteniendo el acuerdo con Pablo Moyano (reeditando el acuerdo entre Néstor Kirchner y Hugo Moyano 2003) y con un ministro de la organización que le de territorialidad y lapicera, Máximo podría hace pie en el último bastión del PJ que no es afín a su conducción.

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