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ANÁLISIS Y OPINIÓN

La difícil misión de enfilar los patitos

Al movimiento sindical le cuesta encontrar un interlocutor en el Gobierno: ve inacción. Sumado a la dificultad de alinear posturas internas respecto a la cuestión paritaria complica las aspiraciones de Héctor Daer de quedarse con la CGT.

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La dispersión complica la cohesión gremial con vistas a transitar un camino llano hasta agosto, si de cambio de autoridades en la CGT hablamos. Hacia afuera tampoco está aceitado el vínculo de la CGT con el Gobierno: “No nos reconocen como un todo, mucho menos a la CGT, sino que cada cual tiene que estar peleando por lo suyo”, dice un dirigente de vital importancia en un sector que los convoca a todos. Agrega otro: “En el Gobierno tenés los que siguen la cuestión gremial, los de La Cámpora, los albertistas, los massistas, los que se ocupan de la cuestión de género, y tenés que estar tocando timbre en cada puerta”.

Suma otro dirigente vinculado al sector marítimo: “El Gobierno llegó muy remolón a marzo; paradójico: solo despertó con el tema del coronavirus tomando medidas directas; pero a su vez el coronavirus paraliza todo”. Previo a la pandemia el Ejecutivo estaba (y aún lo está) enfocado principalmente en cerrar la cuestión de la deuda para empezar a bajar lineamientos más claros de acción. En otras palabras: para presupuestar con qué fondos cuenta y dónde los inyecta. ¿A qué ministerio le dará estrellato si de entregar plata hablamos? Por ahora el que tiene luz verde es Desarrollo Social y su jefe, Daniel Arroyo, es uno de los pocos que recorre estudios de televisión. Y ahora se sumó Salud, pero para atacar una crisis.

Es cierto que Alberto Fernández consiguió que las clases empezaran en la mayoría del país; no tanto por lo que ofreció sino por ser un gobierno peronista. Es que el Gobierno abona el concepto de pagar sumas fijas para no presionar sobre la inflación; y muchos aceptan sin estar convencidos.

Ejemplo: este viernes, la Conadu Histórica emitió este comunicado: “Se realizó en el Ministerio de Educación de la Nación la reunión paritaria de la docencia universitaria y preuniversitaria en la que el gobierno planteó el no cumplimiento del pago de la cláusula gatillo establecida en el acuerdo paritario 2019 ya firmado entre todas las partes (que implica el pago de un incremento de 14.57%, calculado sobre los sueldos de octubre del año pasado y a pagar con los sueldos del mes de marzo)”. Daer, luego de almorzar con el Presidente allá por mediados de febrero había dicho: “La cláusula gatillo no es un fin, lo que tenemos que lograr es que no haya pérdida de salarios con el paso del tiempo, de eso estamos convencidos todos”.

Este comportamiento díscolo de gremios estatales pero también de bases en el sector privado se expande como aceite en el interior: no hay plata y en algunas provincias con crisis sistémicas, como Chubut, piden cuasimonedas (emisión de bonos locales) como en el 2002.

En definitiva, esa calesita de incertidumbre que gira y nunca para es corrosiva para las aspiraciones de Héctor Daer a quedarse con el mando cegetista en agosto. Le juega en contra tanto el factor externo como el interno: de hecho, este lunes le enrostró a Carlos Acuña que lo llamó “veinte veces y nunca atendiste”. En estas ligas no hay distraídos. Un observador de todo este compostaje sindical apunta: “Daer está preocupado, venía transitando un camino en el 2019 que le permitía tener a una buena cantidad de la tropa enlistada; ahora la tiene complicada”.

Es cierto que los “Gordos” cuentan con votos propios para conseguir, en un Confederal, poner a quien quisieran para conducir la Central obrera. En definitiva, la criatura nace torcida: sin consensos, e impuesta. No dará frutos. “La unidad se va a conseguir”, le dijo a Mundo Gremial uno de este sector.

Enfrente, el moyanismo; el único sector sindical que tiene densidad por sí solo. Y que siempre tiene también ánimo de mayor poder; igual que sus oponentes: “Ojalá que a los dirigentes sindicales les haya servido la experiencia de estos cuatro años (de Macri) de que por estar divididos el Gobierno intentó por todos los medios sacarle derechos a los trabajadores y que más allá de esa experiencia podamos tener una CGT renovada en el mes de agosto”, había dicho Pablo Moyano el mes pasado.

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