ANÁLISIS Y OPINIÓN
La convergencia entre la CGT y los movimientos sociales
Por Víctor E. Lapegna, columnista de Mundo Gremial.
Publicado
Hace 8 años|
En la última semana se produjeron dos hechos que son expresivos del fortalecimiento institucional de los dos segmentos que coexisten en el mundo del trabajo.
Por un lado, la unificación de la Confederación General del Trabajo (CGT) alcanzada en la reunión del Comité Central Confederal y que se consolidará en el Congreso de la central obrera del 22 de agosto, afianzó su condición de representación institucional de los trabajadores sindicalizados, que son un 40% del 60/70 % de la Población Económicamente Activa (PEA) que tiene empleo formal.
En cuanto al 30/40 por ciento de la PEA que están desempleados o tienen un empleo informal y no están sindicalizados, sus intereses tienden a ser expresados por movimientos sociales que organizaron la masiva movilización popular del 7 de agosto que marchó desde la iglesia de San Cayetano en Liniers hasta la Plaza de Mayo.
La palabra del movimiento sindical
La posición de la CGT quedó expresada en el documento “De Mal en Peor” que aprobó el Confederal y leyó Juan Carlos Schmid, quien compone el triunvirato que ejercerá la secretaría general cegetista junto con Héctor Daer y Juan Carlos Acuña.
Tras un diagnóstico realista de la situación económico-social, se dice en ese documento: “Todos estos datos expresados, nos hablan de un creciente deterioro de la calidad de vida de la mayoría de los argentinos que se resumen en inflación galopante, recesión, aumento del déficit fiscal, incremento del endeudamiento público, aumento de las importaciones, tarifazos impagables, caída del ingreso, pérdida del empleo, crecimiento de la pobreza y problemas en la escolaridad” y concluye que “no hay que haberse graduado en Harvard o en otra prestigiosa universidad para darse cuenta de que vamos de mal en peor”.
Agrega ese pronunciamiento: “Las perspectivas que se avizoran, de no cambiarse el rumbo económico-social son que empeoren las consecuencias y el horizonte social. Por eso es necesario que, además de superar los gravísimos condicionamientos económicos que hemos enunciado, podamos recuperar en nuestro país el concepto de Pueblo, en el sentido amplio que nos indica la Comunidad Organizada de Juan Domingo Perón. Una Nación no es sólo un Estado eficiente. Ser una Nación significa tener un proyecto político, social y cultural de convivencia y beneficios recíprocos entre todos los actores sociales. Es hora de cambiar en serio, antes de que sea tarde. Es hora de gestar una “iniciativa popular” liderada por este movimiento obrero y que se conforme por todos los sectores del trabajo y la producción, que proponga, y aporte alternativas en defensa del trabajo argentino; una iniciativa socio-económica, no electoralista, que tenga por eje vertebral al mundo del trabajo con sus necesidades y problemas”.
La palabra de los movimientos sociales
Juan Grabois, cofundador de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) – que con la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y Barrios de Pie organizó la marcha del domingo 7 – publicó una nota en el diario La Nación el viernes 5 que contiene notorias coincidencias con el documento de la CGT.
Escribió ahí Grabois: “La Argentina no está bien. Tampoco lo estaba hace un año ni hace diez. Pero hoy está peor. Falta pan. El espectáculo ha creado una falsa grieta mientras la verdadera se ensancha cada día. La fractura que se profundiza en nuestra sociedad, silenciosa como el movimiento de las placas tectónicas, no se televisa ni se tuitea. Sin embargo, desde el subsuelo de la patria, los descamisados hacen oír su grito, un clamor que se sintetiza en tres palabras que universalizó el papa Francisco y son ya bandera de lucha para millones de excluidos en todo el planeta: tierra, techo y trabajo. De eso se trata la movilización del domingo. Son justamente esos trabajadores sin derechos, desvalorizados y hostigados los que salen a la calle el domingo e interpelan a la sociedad con la creatividad inagotable de la economía popular”.
Se añade en la nota mencionada; “Ninguno de ellos -ni los que están organizados ni los que se la rebuscan solos- quiere volver a cortar una ruta por un bolsón de comida ni hurgar en la verdulería. Quieren seguir haciendo lo que hacen: trabajar. Y merecen los mismos derechos que cualquier otro trabajador. La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) reclama su inclusión laboral y un salario social complementario para que ninguno esté bajo la línea de pobreza”.
Convergencia de los dos sectores del mundo del trabajo
Las coincidencias implícitas entre el documento de la CGT unificada y el artículo de Grabois se hacen explícitas en las respuestas de Schmid a un reportaje que le hicieran en el diario Página 12 donde analiza en los siguientes términos la creciente precarización laboral: “Si nosotros pensamos que a pesar de que en la gestión del kirchnerismo se creó una cantidad importantísima de puestos de trabajo y aun así esa precarización se mantuvo, debemos sacar una conclusión: la falta de estrategias para superar el problema no es solo responsabilidad de los sindicatos sino especialmente del Estado. Se crearon muchos puestos de trabajo frágiles. El movimiento de cooperativas, las organizaciones sociales y las ONGs revelan que aparecieron formas novedosas de trabajo temporario. Hay una nueva composición de la clase trabajadora. Nosotros no dimos cuenta de ese fenómeno. Y Estado confundió trabajo con empleo”. Para aclarar la diferencia entre trabajo y empleo acude al siguiente ejemplo: “Un compañero que está en la vereda vendiendo naranjas se gana el sustento. Tiene trabajo. Pero empleo significa trabajo permanente con calificación, con acceso a la seguridad social, con vacaciones y con sindicato. Es un desafío de la Argentina y del mundo”.
Además de dar cuenta de su solidaridad con la movilización del 7 de agosto, Schmid expone la necesidad de convergencia de sindicatos y movimientos sociales en estos términos: “Cuando nosotros decimos que hay un problema en el empleo no nos referimos solo a los despidos recientes de los trabajadores en blanco. Hablamos del derecho de todos al empleo al que aspiramos: registrado, con calidad y con derechos. Es un problema central que preocupa tanto a los compañeros que convocaron a la movilización como a los que estamos en el sector registrado. Debemos trazar un vínculo más fuerte con esta problemática. Ese vínculo está verde para lo que la realidad exige y por supuesto a los dirigentes nos cabe una cuota de responsabilidad. Hay una lentitud que no corresponde de parte de todo el sindicalismo”.
Por fin, Schmid desmiente a quienes suponen intenciones desestabilizadoras en los trabajadores mediante una metáfora tomada de su oficio: “Ni el movimiento obrero ni los compañeros que se van a movilizar de San Cayetano a Plaza de Mayo quieren que la caldera estalle: cuando la caldera estalla se hunde el barco. Nadie busca eso. Pero aparte del foguista y del maquinista también el que está al mando tiene que hacer lo posible por evitarlo. La responsabilidad mayor es la suya”.
¿Se avanzará hacia un necesario Pacto Social?
Hay que reconocer al gobierno que preside Mauricio Macri en su relación con el movimiento obrero el ejercicio de una saludable prudencia que no tuvieron los que presidieron Raúl Alfonsin y Fernando de la Rúa, cuyos intentos de modificar el modelo argentino de organización sindical terminaron derrotados. La designación al frente del Ministerio de Trabajo de Jorge Triaca (h) fue ya una señal clara de la voluntad de los nuevos gobernantes de establecer un diálogo maduro con los dirigentes sindicales.
A la vez, en el terreno de los hechos, que valen más que las palabras, la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, y otros altos funcionarios reconocen la representatividad de los movimientos sociales que organizaron la marcha del 7 de agosto –CTEP, CCC y Barrios de Pie – a los que les otorgan decenas de miles de subsidios y con los que mantienen un diálogo habitual.
Después del 22 de agosto, la CGT unificada consolidará una legitimidad, representatividad y peso institucional tales que la harán un interlocutor insoslayable para el gobierno, si este asume la necesidad de convocar a la formulación y puesta en marcha de “un proyecto político, social y cultural de convivencia y beneficios recíprocos entre todos los actores sociales”, que le permitiría fortalecer su gobernabilidad.
En la mesa de ese acuerdo también deberían estar los movimientos sociales antes mencionados, de cuya tendencia a la convergencia con el movimiento obrero dimos cuenta aquí explicitando algunas señales de ese proceso.
Nos permitimos suponer que la perspectiva de avanzar hacia ese Pacto Social podría serle sugerida a Macri por el papa Francisco el próximo 17 de octubre, cuando lo reciba en audiencia al día siguiente de la canonización del Cura Brochero.
A propósito nos permitimos recordar que Schmid, el triunviro de la CGT unificada, es autor de un libro de reciente publicación titulado “El Mensaje del Pescador” que es una exégesis de la encíclica Laudato Si del papa Francisco y que Grabois, el cofundador de la CTEP, es consultor del Consejo Pontificio de Justicia y Paz de la Santa Sede.
Por fin, es evidente que el Santo Padre promovió la unidad de la CGT y que su consigna “techo, tierra y trabajo” fue la principal en la marcha desde San Cayetano a Plaza de Mayo, en la que un dato llamativo fue que Juan Carlos Alderete, líder de la CCC y dirigente del Partido Comunista Revolucionario (PCR) fue reemplazado como orador pues estaba en viaje a Roma, para entrevistarse con el papa Francisco.