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El salto de lo gremial a lo político
Por Juan Manuel Morena.

Siempre fue una constante a la hora del armado de listas la especulación sobre la participación de los sindicalistas en ellas. Algunos se quedaron, y anhelan el 33% de participación del sector.
La realidad indica lo contrario, lejos están los muchachos de poder llegar a eso, y lejos están de tener la mitad del 33%, digamos que el 16,5%. Si evaluamos los cargos que entran podemos ver que si se llega al 8 o al 10% estamos en la cumbre.
Esto genera un resentimiento en el sector, que tras algunas elecciones donde los gremios son relegados o castigados, normalmente busca generar listas o partidos propios. Vale recordar la experiencia de Ubaldini a los inicios de la década del ´90, donde el dirigente cervecero no llegó al 1%.
En las elecciones del 2009 los gremios se ubicaron en dos sectores, por un lado el oficialismo, donde fue casi nula la participación. En términos concretos iba un gremialista en el puesto décimo tercero, el canillita Omar Plaini, y en el quinto lugar el abogado laboralista Héctor Recalde, con el respaldo de Hugo Moyano, a quien en la actualidad no responde. Por el otro lado, en la oposición, la lista de Unión-Pro llevó a un único dirigente gremial, Alfredo Atanasof, en el noveno lugar. Y el ruralista Momo Venegas apoyó la candidatura de Claudia Rucci, quien fue en cuarta posición.
En el año 2011 la cosa fue más complicada para el oficialismo, una relación tensa en la cual con una jugada de ajedrez ponen un Moyano, Facundo, en el décimo primer lugar. Unas de las elecciones acaudaladas en votos, y sólo 1 lugar para el movimiento obrero de la Provincia de Buenos Aires. En la oposición únicamente la lista de De Narváez llevaba un cupo, con el petrolero Alberto Roberti y el dirigente del vidrio Horacio Valdéz, quien no entró. La lista de Unión Popular de Duhalde no llevaba diputados sindicalistas en los primeros lugares.
Este panorama que demuestra la nula participación del movimiento obrero en las políticas públicas, en los cargos de gestión, en la conformación de listas, lleva al movimiento obrero a pensar cómo armar sus propias listas y cómo armar sus propios partidos políticos. Literalmente está yendo al mismo lugar donde fue Ubaldini, está yendo al 1%.
Esto encuentra una explicación en la diferenciación entre lo sindical, social, lo que día a día el sindicalista hace, que es solucionar problemas concretos y del sector, y el salto a la política que tiene de fondo otra lógica, que es la construcción política, una construcción arquitectónica. Que no es propia del sindicalista. Estos errores se presentan claramente, muy, pero muy pocos sindicalistas sobreviven en estos dos mundos al mismo tiempo.
