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ANÁLISIS Y OPINIÓN

De esto no se habla

Mundo Gremial compartió con un profesor universitario un día de clases: un pliegue de la pandemia que cayó en el olvido.

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No es apasionante, mucho menos aventurero; pero es la realidad tediosa y compleja en la que se ha convertido dar clases universitarias. Mundo Gremial compartió un día laboral en pandemia con un docente universitario de la ciudad de Buenos Aires. A nivel periodístico, nada deslumbrante por eso nadie lo registra: la producción consistió solamente en ir en auto hasta su casa y permanecer sentado, manteniendo los dos metros de distancia, mirando, mientras que hablamos, cómo el CoVid-19 trastoca toda la vida normalmente concebida.

Claro está: acompañar a un maestro rural que va en caballo, caminando o en vehículo hasta la casa de sus alumnos es mucho más apasionante y periodístico. Y más llevadero a nivel visual si se recorre una estepa hermosa de las tantas que tiene nuestro país. Como también lo es acompañar a cualquier trabajador de la salud o del transporte en su también ajetreado día y en el que se juegan la vida por el resto.

El profesor con el que se trabajó prefirió el anonimato porque entiende que en él se refleja al resto (obviamente siempre y cuando tengan más o menos la misma carga horaria).

Pero un perfil nos da cuenta de que hace 40 años que da clases (de no creer está empezando el trámite de su jubilación que lo agarró en el medio del río de cambios); es Matemático y fue docente en el profesorado Joaquín V. González y en el Colegio Nacional de Buenos Aires hasta el año pasado. Actualmente ejerce la docencia dando clases de Análisis Matemático en la UTN y en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA. También dicta un Posgrado en esta misma casa de estudios y completa con una materia en Filosofía y Letras, también de la Universidad de Buenos Aires. Es titular de Cátedra.

Nos recibe en su casa ubicada en la zona del Abasto con café y yo llevo medialunas: es un jueves fresco que nos va poniendo en clima a la llegada del invierno. Es temprano porque a las nueve se tiene que conectar para responder consultas online de Análisis Matemático I a unos 50 alumnos que siguen para alguna de las carreras que se dictan en Económicas (Administración de Empresas, Contador, Actuario, Economía y Sistemas de Información).

Salvedad: ningún alumno está obligado a conectarse en un horario fijo porque no se puede obligar a nadie a tener “sincronicidad”; por lo tanto, no hay clases en un horario preestablecido y obligatorio. Esto es así porque se puede dar el caso de que muchos chicos compartan con sus familiares una sola computadora en sus casas; otros que directamente no tengan; otros que pueden sufrir un corte de luz y así la lista puede seguir como que en ese momento tenga que realizar alguna tarea para su trabajo.

Pero, ¿cómo explicar virtualmente cuestiones complejas de la matemática?, pregunto. “Explicar derivadas o integrales, digamos en el aire y sin un pizarrón, es prácticamente imposible; más teniendo en cuenta el contexto actual de bajo conocimiento con el que llegan los chicos a la universidad”, cuenta mientras se loguea al campus virtual.

Paréntesis. Económicas, como hace regularmente año tras año, es la primera facultad de la UBA en arrancar el ciclo lectivo: lo hizo antes de que se decretara el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio el 20 de marzo. Es decir que a días de arrancada las clases presenciales se hizo un bache de semanas hasta que se pudo aceitar el sistema virtual: fue un caos.

Retomando: nuestro profesor está contestando preguntas de los alumnos o que dejaron asentadas durante la noche o la tarde de ayer. Ahora bien: para poder estar al día con la materia los chicos debieron ver primero un video que el profesor grabó en un canal de YouTube que se autogeneró para poder dar clases. Ah, y a la par se compró un pizarrón que está colgado detrás de mí en una de las paredes de su casa. Todo el material didáctico lo fue armando así para esta materia y lo fue subiendo al campus junto con material de lectura.

“Yo como cualquier otro tiene una dinámica incorporada de años de cómo dar clases presenciales; todo eso voló por el aire y se tuvo que arrancar de cero en todo”, explica con cierto fastidio.

Seguidilla, a las 11 y luego de las dos horas de responder dudas matemáticas sigue la clase de Posgrado. La ventana de tiempo que tarda en arrancar el programa es el tiempo que tiene para ir al baño, disculpas de por medio. Vuelve con un café medio a las corridas y me ofrece otro; pero que tengo que ir a buscar yo hasta la cocina. Lo hago y de paso camino y extiendo las piernas. Vuelvo y me cuenta, mientras tiene su micrófono en mute: “si estuviera en época de clases presencial hubiera cortado 10:50 para hacer un café y arrancar el Posgrado a las 11. En cualquier caso, podemos decir que de alguna manera mantuvo la rutina.

En esta instancia superior, la cosa es distinta: el docente optó por complementar los materiales que sube (a otra plataforma que no es la de Económicas) con clases de Zoom presenciales. Es relativamente sencillo porque son menos de 10 alumnos, todos profesionales y con cierto nivel de vida que les permite tener una computadora siempre a mano. Es decir: el recurso tecnológico está cubierto en esta franja social, no así si se corta la luz o se cae el servicio de internet: imponderables. En este caso el ida y vuelta es incesante y se extiende por otras dos horas.

Por la tarde temprano tiene pautado un Zoom con colegas de Filosofía y Letras: será para que quienes dan clases en el primer cuatrimestre cuenten sus experiencias. “Esto es el día a día; y es un caso de prueba y error continuo”, me dice nuestro entrevistado. Arranca el Zoom y el primero que habla cuenta que tiene “350 alumnos y da cuatro horas seguidas de clase vía Zoom”. Pregunta al resto retórico: “¿Cómo hacen ustedes? Yo repito lo mismo cuatro veces seguidas”, arranca. Explica: “Las clases virtuales a través de esta plataforma nos permite hasta 40 minutos y 100 personas”. En su exposición amplía que esto es así porque “la facultad no accedió a pagar los 20 y 15 dólares adicionales” que cobra esta plataforma para poder vincularse con más de 100 personas y mas de 40 minutos que es el tope que da la versión gratuita. También agrega que perdió gestualidad porque está acostumbrado a expresarse con el cuerpo y las manos; cosa que al no poder hacer ahora pierde espontaneidad y que eso incluso le juega en contra a la hora de desarrollar los temas. Daños colaterales que no están a la vista.

Ya es tiempo de que me vaya, y esta altura ya podríamos decir que a mi amigo le quedan otras tantas horas para corregir trabajos: “Tomar examen es una instancia que cambió mucho. Decidí dar trabajos para desarrollar en una semana para luego calificarlos”. Tiene más de 100 para corregir porque son individuales cuando antes eran grupales.

Todo este trabajo silencioso y que se ha complejizado no se ve: es harto sabido lo golpeado que están los salarios docentes desde hace décadas en nuestro país. A eso se le sumó un caudal de trabajo inesperado que conlleva más carga horaria ya sea por el armado previo de las materias a nivel virtual como un incresendo en los tiempos de corrección al exponenciarse los trabajos prácticos y tareas que antes eran grupales y ahora no. Aún no hay convocatoria de paritarias para los docentes universitarios. Cuando haya: ¿Habrá reconocimiento? Es más: ¿Habrá reconocimiento por parte de la sociedad en general?

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