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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Argentina, en el laberinto borgiano

Por Nicolas Alberio, Columnista de Mundo Gremial

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Como es sabido, los laberintos ocupan un lugar trascendental en la obra del maestro Jorge Luis Borges. Centenares de pasillos se desarrollan de un lado a otro, pero nunca conducen a la salida. La sensación de sentirse perdido, de no encontrar la solución, grafican de forma espeluznante el presente de nuestro país.

Todo laberinto, supone una serie de lugares uniformes, de encrucijadas siempre iguales, de sendas que se bifurcan monótonamente. A veces aparece algún signo distinto y el que lo sigue descubre luego que está otra vez en el punto de partida donde se perdió.

Como en los magníficos cuentos de Borges, el país se encuentra inmerso en un laberinto. La descomposición social, el deterioro de las condiciones laborales y la calidad de vida, se acrecientan año a año. Ya no sirve de justificación la herencia recibida, muy compleja claro está, o la crisis mundial que se nos cae encima.

Argentina se encuentra empantanada, y por más esfuerzos que se hagan nos hundimos sin más remedio.

Mientras el poder adquisitivo de los trabajadores cae de forma incesante con las paritarias que no superan a la inflación, la suba del transporte, de los alimentos y los servicios públicos, somos espectadores de un grupo minúsculo que cuenta de a millones el dinero de todos y que hasta lo registran en cuadernos. Mientras aumentan las suspensiones en las fábricas y los despidos se suman de a miles, observamos como la especulación financiara incrementa exponencialmente su patrimonio renovando Lebacs a una tasa del 45%.

Estamos a mediados de agosto y la paritaria docente aún no se resolvió. Dos personas mueren en una escuela por un escape de gas. Centenares de chicos piden monedas en los semáforos. Las malas noticias se suman y se suman, pero no pasa nada. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a vivir mal, y ya nos parece hasta habitual. Hemos naturalizado la decadencia y ya nada nos sorprende.

El gobierno nacional no logra encontrarle el agujero al mate, como se dice en el campo. La crisis económica se agrava con el correr de los días. No alcanzó con pagarle a los Fondos Buitres para que viniera la lluvia de inversiones. La inflación no fue un tema que se resolvía en dos meses y el “segundo semestre” nunca llega.

Rememorando a la famosa 3G de River, el mejor equipo de los últimos 50 años, no gana, no gusta y no golea.

Del otro lado de la grieta, el kirchnerismo critica a la gestión nacional, con razón muchas veces, pero sin pergaminos para poder mostrar. El periodo de mayor crecimiento nacional, con el precio de los commodities por las nubes, concluyó en una inflación intensa, un déficit gemelo sin precedentes y una caída en picada de la economía.

Como tercer factor de poder, el peronismo no kirchnerista, encarnado en figuras como Pichetto, Massa o Urtubey, no propone una solución de fondo a la crisis. No encuentran el discurso y sus figuras más emblemáticas no logran convencer al electorado.

Desde la calle Azopardo, el sindicalismo observa el panorama sin saber bien qué hacer. Por un lado, las bases le reclaman una postura mucho más radicalizada con el gobierno, en sintonía con lo que sostiene el camionero Moyano. Les exigen una posición más activa frente a la caída de las condiciones de los trabajadores, pero en la CGT saben que profundizar un plan de acción puede hacer volar por los aires al gobierno nacional y todo proceso de crisis institucional implica mayores calamidades para sus representados.

Ante este panorama, la inacción fue la medida que adoptó el Triunvirato. Critican cada tanto en los medios alguna medida o la gestión en general. Emiten un comunicado. Pero no mucho más, por las dudas.

Aunque nos cueste reconocerlo, Argentina dejó de ser el faro de Latinoamérica y deambula desde hace años de un lado a otro por los pasillos de un laberinto del que no podemos salir.

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