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ANÁLISIS Y OPINIÓN

“Agenda urgente para una sociedad de trabajo”, nada tiene que ver con Perón

Por Maximiliano Arranz (Secretario Adjunto de ASiMM)

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La cuarta revolución industrial, en cuanto a su posicionamiento en la agenda de la dirigencia política argentina, hoy se encuentra en su tercer etapa. La primera fue allá por 2015/16, cuando prácticamente nadie sabía siquiera de que trataba el tema. La segunda en 2017/18, años en los que el título dejó de sorprender a los mismos que antes lo desconocían, pero todavía seguían sin profundizar demasiado en sus causas y consecuencias. Y hoy estamos en la tercera, en la cual muchos confundidos se dejan seducir por los cantos de sirena de la globalización, que nos plantea que “esto llegó para quedarse” y que tenemos que conformarnos con las migajas que caigan de la mesa de la explotación 4.0.

Nuestro conductor el General Juan Domingo Perón, dejó muy en claro que la socialdemocracia es una de las “internacionales” que componen a la SINARQUÍA, junto a la masonería, el vaticano, el sionismo, y el comunismo. Por eso resulta por lo menos llamativo, que aquellos que se declaran públicamente como seguidores de la tercera posición justicialista, olviden de pronto todos nuestros postulados para recorrer los dudosos caminos por donde nos quieren llevar algunos organismos internacionales.

Hace algunos días la Fundación Friedrich Ebert presentó el documento “agenda urgente para una sociedad de trabajo”. Dicha fundación, perteneciente a la socialdemocracia alemana, suele bajar una línea absolutamente ajena a los intereses de una nación como la Argentina, y por el contrario se maneja con la agenda globalista del Foro de Davos, jugando en el equipo de la “contra controlada”.

Si bien hubo una nula repercusión en el pueblo trabajador, el potencial hecho de que pretendan hacer que los peronistas tomemos como propia esta postura, me motiva a hacer algunos comentarios sobre el mencionado documento. Su sola lectura superficial alcanza para alarmarse. Dejando para más adelante un profundo análisis crítico, considero urgente dar algunas primeras impresiones (humildes y escuetas pero precisas para quien sepa entender) sobre algunos de los puntos tratados. Con la colaboración de los compañeros y amigos Federico Adissi (escritor, historiador y experto en 4ta revolución industrial) y Andrés Berazategui (Licenciado en relaciones internacionales), me atrevo a hacer las siguientes observaciones.

Primeramente, cabe señalar que el mentado Informe está totalmente en línea con el reciente de la OIT (dado a conocer en el último plenario hace poco tiempo); con lo cual constituye -salvo pinceladas- un instrumento más del esquema globalizador. El uso idiomático -dato cada vez más importante- desnuda una adhesión ideológica a posturas contrarias a la doctrina nacional justicialista, incluyendo los trillados (y para los desprevenidos ambiguos) términos «sustentable y sostenible», que esconden los más inconfesables intereses.

Lo dicho no es menor porque sitúa ideológicamente el documento dentro de la agenda cultural mundialista.

Por otra parte convoca al “crecimiento», término del supracapitalismo financiero, en lugar de hablar de «desarrollo» (a pesar de alguna mención al pasar que no explica ni planifica). Limitación que lo emparenta con los balances del sistema financiero más que con un proyecto integral de país con eje en el trabajo y la producción.

El diagnóstico sobre los grupos piqueteros, que mutaron en movimientos sociales y hoy son vistos como Economía Popular, a las que el Informe pretende de algún modo «regularizar», no dice nada. Es una quimera en un marco normativo inexistente. La apreciación de que estos grupos pueden ser útiles al «futuro del trabajo» (reciclando, limpiando arroyos, ríos, cuidando personas mayores), son como mínimo ilusorias.

Otra discrepancia llega con la afirmación que dice «el cambio tecnológico no debería redundar necesariamente en pérdidas de empleo». Las figuras congregadas en esta propuesta no pueden desconocer las aseveraciones de Klaus Schwab, titular del Foro de Davos, quien estima las pérdidas de empleo a nivel global en un 45% en los próximos años; o su gemelo del Banco Mundial, que estima para la Argentina pérdidas del 65%.

La no mención sobre el Foro de Davos, y los disruptores y su impacto en los distintos sectores de la economía y del trabajo, es de una sospecha que aturde en las mentes más lúcidas. No se habla sobre el reemplazo del hombre por la robotización, ni de la IA, ni del big data, o la impresión 3D, ni el internet de las cosas; y el desastre que las «apps» están produciendo en actividades reglamentadas y con convenios colectivos de trabajo que son ignorados.

La generalización en la que se cae con respecto a estos temas, parece ser funcional a aquellos que hablan de «zonas grises» para legislar de acuerdo a sus intereses; mientras precarizan y pauperizan con sus plataformas virtuales a seres humanos, que deberían estar encuadrados y con todos sus derechos tutelados.

Ofrecer como solución a todo lo mencionado la creación de un «diálogo tripartito», no solo no soluciona nada, sino que carece de originalidad. Por otra parte, el objeto de esta mesa de diálogo dista mucho de ser un observatorio que monitoree el impacto tecnológico en el mundo del trabajo, para recabar datos sector por sector y proteger a aquellos más vulnerables.

Como rescatable, apenas puede ser interesante cuando menciona sin profundizar «el problema del algoritmo». Pero hace una peligrosa generalización cuando se refiere a «actividades de plataforma» que sostiene que hay que regular; cuando en realidad la “app” no es una actividad en si misma, sino solo una nueva herramienta aplicada a actividades con décadas de existencia y completamente reguladas.

En síntesis, el documento huele a viejo, es cómplice por omisión con el Foro de Davos, y coquetea con el progresismo pero absolutamente alineado con los planes globales del supracapitalismo concentrado. Nada tiene que ver con nuestra doctrina, con la historia de lucha del movimiento obrero peronista, ni mucho menos con Perón. Estas líneas no buscan otra cosa que poner en alerta a los desprevenidos. Que no nos vendan gato por liebre.

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