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ANÁLISIS Y OPINIÓN

8M: No me digas «Feliz día»

Por Sol Klas *

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Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las 129 mujeres muertas en la huelga de 1908.

Por más de 100 años la desigualdad de género dominó el escenario económico, político y social a nivel global y en el último cuarto del siglo XX, las cuatro conferencias mundiales sobre la mujer convocadas por las Naciones Unidas fueron fundamentales para llevar la causa de la igualdad de género al centro de la agenda mundial.

La transformación fundamental que se produjo en Beijing en 1995 y marcó un punto de inflexión fue la adopción del enfoque de género, de modo que se reconoció que toda la estructura de la sociedad y todas las relaciones entre los hombres y las mujeres en el interior de esa estructura tenían que ser reevaluadas. Únicamente mediante esa reestructuración fundamental de la sociedad y sus instituciones sería posible potenciar plenamente el papel de las mujeres para que éstas ocuparan el lugar que les correspondía como participantes en pie de igualdad con el hombre en todos los aspectos de la vida. Este cambio representó un reconocimiento del conjunto de los derechos de las mujeres como parte integrante de los Derechos Humanos y que la igualdad entre los géneros era una cuestión de interés universal y de beneficio para todos y todas.

De esta manera la ONU impulsa la premisa de Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer y le incorpora en 2022 la variable ambiental: “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”, la contribución de las mujeres y las niñas de todo el mundo, que están liderando los esfuerzos de respuesta, mitigación y adaptación al cambio climático para construir un futuro más sostenible para todas las personas.

Este año, se apuesta “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género” reconociendo a las mujeres y las niñas y a las organizaciones de mujeres y feministas que están luchando por el avance de la tecnología transformadora y por el acceso a la educación digital ya que la brecha digital de género repercute en el crecimiento de las desigualdades sociales y económicas, permite evidenciar la importancia de proteger los derechos de las mujeres y las niñas en los espacios digitales y de abordar la violencia de género en línea y la facilitada por las nuevas tecnologías de la comunicación.

Incorporar de forma transformadora la perspectiva de género en la innovación, la tecnología y la educación digital ayudaría a que las mujeres y las niñas tomen mayor conocimiento sobre sus derechos y a potenciar el ejercicio de estos y su activismo. A su vez, los avances de la tecnología digital ofrecen nuevas posibilidades para resolver los retos humanitarios y de desarrollo y para hacer realidad los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.

Pero al tiempo que es una oportunidad, las posibilidades que abre la revolución digital también plantea el riesgo de perpetuar las dinámicas actuales de la desigualdad si no son concebidas y actuadas con perspectiva de género. Las crecientes desigualdades son cada vez más evidentes en el contexto de las habilidades digitales y el acceso a las tecnologías, una brecha digital que deja atrás a muchos sectores vulnerables y de modo especial a las mujeres. Por lo tanto, el desarrollo de una educación digital e inclusiva y una tecnología transformadora constituye un requisito fundamental para un futuro sostenible.

La Confederación Sindical Internacional también rinde homenaje a las mujeres activistas y líderes que se han alzado y que actualmente lo hacen frente a ataques contra la paz y la democracia en todo el mundo, al papel desempeñado por las mujeres para la resolución de conflictos, la construcción de la paz y la movilización de sus comunidades en tiempos de crisis.

Por su parte la Internacional de Servicios Públicos (ISP) reclama cambios transformadores, abordando las dinámicas de poder y las causas profundas de la desigualdad de género, porque ya no es suficiente hablar sobre políticas sensibles o que respondan al género, sino que es tiempo de acciones políticas que desmantelen las causas estructurales de la desigualdad.  Y sostiene que es hora de corregir las relaciones de poder que:

  • Controlan, mercantilizan y violentan nuestros cuerpos y nuestra vida.
  • Devalúan y precarizan nuestro trabajo tanto remunerado como no remunerado.
  • Privatizan los servicios públicos profundizando la pobreza y feminizándola.
  • Mutilan la naturaleza y los bienes comunes.
  • Nos excluyen de la ciencia, tecnología y la era digital.
  • Colonizan nuestros territorios y extraen nuestra riqueza.
  • Asaltan la democracia, el buen gobierno y el control público.

Resumiendo, las mujerxs estuvimos en cada una de las resistencias y luchas de la humanidad pero el sistema sigue en deuda, a nivel global las trabajadoras seguimos ganando menos que los varones por igual tarea, se nos sobrecarga con tareas de cuidado que el sistema y la cultura sigue asignándonos como rol, pero los femicidios y la violencia contra mujerxs no cesan.

Y en este contexto busco articular un aporte a la construcción de un sindicalismo feminista porque estamos en el siglo XXI y hay un recorrido histórico del feminismo que las mujerxs por lo pronto debemos impulsar e incorporar perspectivas de género (a veces silenciadas) y feminizar la agenda sindical, al incorporar miradas y preocupaciones derivadas de nuestra experiencia social y laboral.

Las mujerxs somos desde hace décadas quienes impulsamos y exigimos los cambios, me tocó hacerlo en materia de control ambiental en mi sindicato y como Arquímedes, tuve ¨un punto de apoyo¨ para abordar los nuevos problemas socioambientales visibilizados también por la “marea verde” y apostar a la construcción colectiva y la creación de nuevas alianzas y articulaciones con otros sindicatos para establecer vinculaciones y nuevas formas de resistencia al poder verticalista.

El aportar una perspectiva de género más solidaria y horizontal para la revitalización sindical legitimará los discursos sindicales con el que pretendemos un mejor horizonte político y social que promueva la democracia, la transición justa, el reconocimiento y la igualdad.

¿Entonces qué puede hacer el sindicalismo argentino para acelerar la construcción de más democracia en términos de género?

Es innegable la movilización de las mujerxs y el crecimiento del feminismo a nivel mundial, que ejercen presión sobre las diversas instituciones como partidos políticos, sindicatos y gobiernos para que asuman políticas de eliminación de las discriminaciones de todo tipo y de mayor igualdad entre hombres y mujerxs.

No obstante, si bien son innegables los avances de las últimas décadas de la participación femenina como afiliadas y en las comisiones directivas de las organizaciones sindicales, así como en la acción sindical en favor de los derechos de las trabajadoras y de la igualdad de género, todavía hay un desfasaje entre hombres y mujerxs en las instancias de toma de decisiones y las posibilidades de los unos y las otras para ejercer la participación sindical. Convengamos que en el imaginario social actual aún persiste la idea del sindicato como espacio de predominio –poder– masculino, donde las mujerxs somos aceptadas a medias, difícilmente como iguales y si así fuera somos elegidas por los hombres para integrar esos espacios.

En Argentina, la representación de mujerxs en el ámbito sindical se rige desde noviembre de 2002 por la Ley 25.674, conocida como “Ley de cupo sindical femenino¨ como una medida de acción positiva en tanto intenta corregir las desigualdades a la hora de elegir a las/los trabajadoras/es que ocupen los cargos de toma de decisión o de jerarquía dentro del sindicato.

La ley garantiza la presencia de mujerxs en cargos electivos en al menos un 30% y la participación en las comisiones negociadoras pero aún no hay paridad real, es decir una representación igualitaria y equitativa en los cargos sindicales, del 50 % hombres y 50 % mujerxs y aún estamos en tiempo de descuento para ir por la ¨paridad de género en ámbitos de representación sindical siguiendo los principios de una participación igualitaria y sin discriminaciones entre varones y mujerxs, conforme lo establecen la Convención Americana de Derechos Humanos; el Pacto de Derechos Civiles y Políticos; la Convención contra toda forma de Discriminación de la Mujer; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer; o la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.

Todos los discursos sindicales llevan a las negociaciones colectivas y al diálogo social tripartito pero no solo será más pertinente y aportará mayor capacidad de respuesta a la vida laboral de las mujerxs e impulsará cambios transformacionales en otras esferas sociales, sino cuando sea realmente inclusivo y aliente a mujerxs y hombres a avanzar en la igualdad de género, derechos y atribuciones.

Recién cuando ese día llegue al Sur Global en particular y al mundo entero en general, el 8 de marzo me podrán decir ¨Feliz día de la mujer trabajadora¨.

* Ambientalista. Secretaria de Ambiente de APOC y de Frente Sindical de Acción Climática y miembro de la Red de Mujeres en Diálogo Ambiental.

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