Corría el mes de agosto de 2017, y el tiempo transcurría sin mayores novedades en las 62 Organizaciones. Sin embargo un grupo de la Juventud Sindical Peronista, reparó en la fecha y se lo hizo saber al Secretariado Nacional.
Se cumplían 60 años de aquel legendario Congreso Normalizador de 1957, en que la “fusiladora” cejara en su intervención en la CGT. Y como consecuencia de aquella disputa, el nacimiento de las famosas 62. Nadie lo recordaba, y lo que es peor, a unos cuantos no les importaba. Sin embargo un puñado de militantes llevaron su inquietud a la juventud sindical. Era el preludio de lo que vendría.
Ciertamente desde que se normalizó por última vez, en el seno de las 62 convivieron gremios “colaboracionistas” y “combativos”. Estas diferencias creaban lógicas tensiones, que el Momo Venegas en vida, sabía muy bien como sintetizar con su persona.
Los caminos fueron muy distintos. Mientras unos concurrían a los despachos oficiales a “diagramar un borrador de reforma laboral”, los otros organizaban una gran jornada en defensa del modelo sindical peronista y la ley de Asociaciones Profesionales. Mientras algunos criticaban al Papa Francisco por sus desencuentros con el poder ejecutivo; otros conducían a sus gremios y a la JSP a la Pastoral Social en Mar del Plata, denunciando ante la iglesia católica las terribles consecuencias de la IV Revolución Industrial para los trabajadores. Mientras muchos veían la represión por la reforma previsional desde despachos oficiales, algunos salieron a las calles adhiriendo al paro lanzado por la CGT en defensa de los jubilados.
Quizás el mayor sinsentido se dio cuando hubo aplausos por el accionar de la Ministra Bullrich en el “caso Maldonado”; y al mismo tiempo y bajo el mismo techo, la Juventud Sindical pedía por su aparición con vida. Estaba claro que lejos de haber unidad de concepción, apenas existía una muy frágil convivencia en un mismo edificio, ese de la Avenida Independencia.
Con la desaparición física de Venegas y la dinámica de la política, todo se fue convirtiendo en una olla a presión.
Hasta que llegó el día con el que empezamos el relato. Los 60 años de las 62 Organizaciones. El salón estaba colmado de militantes, banderas y bombos, y las consignas sonaban fuertes y claras. Abucheos para uno, indiferencia para otro, aplausos para Valdez del Vidrio y atronador canto para quienes hasta unos minutos antes habían intentado “vaciar” el acto (“olele olala a todos los traidores los vamos a matar”). Por primera vez en mucho tiempo la juventud sacaba el bastón de Mariscal de la mochila y elegía por qué rumbo marchar.
Pero aquello no fue un hito aislado en el tiempo, como se ha podido ver. Y a pesar de lo que pueda pensarse tampoco fue el quiebre definitivo.
La declaración de principios de las 62 Organizaciones, en la primer página del estatuto, deja muy clara su pertenencia al Movimiento Nacional Justicialista. En contrapunto, la aparición de un sello que nada dice ni nada expresa, “62 Organizaciones FE Cambiemos”, fue el principio del fín; y el despido de Mabel Miele, histórica secretaria de Lorenzo Miguel y “Momo” Venegas, sería el punto de inflexión.
La función de los sindicatos no es hacer oficialismo ni oposición, sino defender los intereses profesionales de sus afiliados. Para hacerlo de mejor manera, Perón les enseñó a los trabajadores que tienen que meterse en política, porque sino lo que se gana en la calle, se pierde en los escritorios. Y ahí es donde entra en juego “la 62”, como brazo político del movimiento obrero peronista. La incondicionalidad con la casa rosada puede ser propia de los partidos políticos, pero jamás de los gremios.
En lo personal celebro que muchos sindicatos hoy trabajen en “recuperar la identidad peronista” de las 62 Organizaciones. Pero quiero hacer una mención especial al sindicato que cargó con el peso de ser la cara visible de la juventud sindical, y es un emergente de la nueva generación del sindicalismo peronista: ASiMM (motoqueros), “mi único héroe en este lío”.