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ANÁLISIS Y OPINIÓN

30 de marzo de 1982: Saúl Ubaldini y la autoconciencia nacional

Por Lic. Emmanuel Bonforti – Columnista de Mundo Gremial

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“Buscamos el alma, el sentimiento que tiene que tener la CGT donde la defensa de los derechos del trabajador sea prioridad una y nosotros luchamos por eso, contra la desocupación, contra los salarios de hambre, (…), pero nunca vamos a perder los valores reales que tiene un trabajador y el sentimiento no solamente de aglutinarse para defenderse sino para defender los intereses de los demás y de la patria misma”
Saúl Ubaldini.

El pueblo argentino sembró a largo de su historia momentos de profunda autoconciencia nacional. Entendemos como autoconciencia un conocimiento basado en la experiencia que decide ponerse en práctica en determinado momento en que la nacionalidad y los valores que atraviesan a la mayoría del pueblo argentino se encuentran en peligro. Ejemplos de autoconciencia podría ser aquel febrero de 1820 cuando los caudillos federales Francisco Ramírez y Estanislao López ataron a sus caballos a la Pirámide de Mayo en modo de protesta a la política librecambista británica de Bernardino Rivadavia. Otro momento de autoconciencia es el levantamiento de los trabajadores durante del 17 de octubre con motivo de exigir la libertad de Juan Domingo Perón. Cada momento de autoconciencia va a tener su consigna que surgirá como proceso de maduración colectiva.

Pareciera que la plaza Mayo es el lugar donde brotan los momentos de autoconciencia, el presente artículo tiene como objeto describir el contexto y los hechos que se produjeron durante la jornada de protesta impulsada por la Confederación General del Trabajo el 30 de marzo 1982.

Antecedentes.

Los crímenes y las desapariciones físicas producidas por la dictadura calaron tan profundamente en nuestra comunidad que nos imposibilitaron realizar un balance detallado acerca de lo que significó para el mundo del trabajo el período que se abre el 24 de marzo de 1976. Una nueva clase social nacía al calor de los crímenes, ésta es, la oligarquía diversificada tal cual la caracterizó Eduardo Basualdo. La vieja oligarquía terrateniente expandía sus negocios involucrándose en el modelo de especulación financiera. Si la oligarquía terrateniente del siglo XIX nació bajo el robo de la Ley de Enfiteusis de Rivadavia y la repartición discrecional de las tierras de la Pampa Húmeda, la oligarquía diversificada será ejemplo de esta tradición de estafa y sumará artilugios adquiridos durante el período de la Doctrina de Seguridad Nacional.

De acuerdo a la obra de Acevedo, Basualdo y Khavisse, bajo la tutela del imperialismo norteamericano empresas como Pérez Companc pasan de tener dev10 empresas en 1973 a concentrar 53 establecimientos en 1983, por su parte, la familia Macri con 7 empresas en 1973 al finalizar la dictadura contaba con 47 compañías. El empresario paradigmático es José Alfredo Martínez de Hoz Ministro de Economía del Jorge Videla. Durante el paso de Martínez de Hoz por la cartera de hacienda la inflación anual rondo un promedio entre 140% y 170%.

Asistimos así a lo que podemos considerar un antiproyecto, un reverso de proyecto inclusivo, nacional y destinado a las mayorías. Este antiproyecto presenta una antinomia que supera discusiones ideológicas, y al otorgarle centralidad a la especulación financiera encuentra como campo antagónico al mundo del trabajo. Si el sujeto por excelencia es el empresario o especulador que obtienen beneficios en la bicicleta financiera el no sujeto o el objeto a intervenir pasa ser el trabajador.

Es un proyecto con efecto retardatario y sus consecuencias las recogemos a la actualidad cuando hablamos de generaciones que no conocieron el mundo del trabajo. La periodización de este descalabro comunitario es precisamente el 24 de marzo 1976, a partir de este momento la destrucción del trabajo y sus instituciones pasan a ser política de Estado y cuyos efectos estructurales no lograron revertirse durante los gobiernos democráticos. Surge así la categoría de desaparecidos sociales, aquellos sectores expulsados del mundo de trabajo.

En ese antiproyecto que muestra su saña contra el mundo del trabajo no es casualidad que uno de sus desaparecidos haya sido Norberto Centeno el autor de la Ley de Contrato de Trabajo y que el 60 % de las desapariciones hayan sido trabajadores.

30 de marzo de 1982. La Patria convoca al Pueblo.

Al panorama de hambre al que la dictadura decidió empujar a nuestro pueblo se le sumaba el impacto de algunas medidas al interior de la organización sindical, donde se suspendía el derecho a huelga, se prohibía la actividad gremial, se eliminaban los fueros sindicales, se sancionaba la Ley de “seguridad industrial” donde se castigaba el trabajo a desgano o la baja en la producción.

La CGT se encontraba dividida entre un ala más cercana al dialogo conducida por Jorge Triaca y otra con una impronta más confrontativa liderada por Saúl Ubaldini. En ese marco y con un escaso margen de maniobra, pero con un alto grado de valentía, organización y vocación nacional se fueron dando las primeras medidas de carácter defensivo. La primera de ella fue en 1979, a partir de esto todo será parte de una gimnasia donde se acumulará experiencia en un periodo que debe ser considerado como de Resistencia por parte del Movimiento Obrero Organizado.

Así llegamos al 30 de marzo lo que significó el gran regreso a la actividad gremial callejera, sería injusto mencionar que la emergencia de la actividad callejera se deba únicamente al desgaste y a ilegitimidad que empezaba a sufrir la Junta Militar. El regreso a la acción directa es también el fruto de un trabajo silencioso por momentos y subterráneo del movimiento obrero organizado que logro comprender y asumir con responsabilidad su destino nacional.

Nuevamente nuestro movimiento obrero lograba ensamblar la cuestión nacional con la social, convocando a la movilización bajo a la consigna “La Patria convoca al Pueblo”. La imagen de la marcha nos mostraba a un Saúl Ubaldini en primera fila haciendo gala de aquella máxima sindical, “con los dirigentes a la cabeza”. La amenaza del gobierno dictatorial no tardó en llegar, a través del Ministro del Interior Sain Jean, quien sostuviera que los dirigentes sindicales no estaban en condiciones de salir a la calle porque se encontraban procesados.

La convocatoria fue multitudinaria y toma dimensión en un contexto de represión y estado sitio permanente, fue una verdadera huelga de masas que sostuvo una consigna que puede ser considerada como reflejo de autoconciencia “paz, pan y trabajo”, algo que en otros períodos podría parecer como un reclamo insignificante y que el anteproyecto consiguió materializar con su exitoso plan de exterminio industrial. La Plaza de Mayo era una olla a presión, años de represión, tiempos en que los sectores populares no podían expresarse abiertamente, señalaban que el final de la jornada terminaría de manera violenta. La finalización del evento arrojó el número de 3000 detenidos, entre ellos cien dirigentes de la CGT, se sucedieron marchas y reclamos en todo el país, con el fallecimiento del compañero Benedicto Ortiz, en Mendoza.

Conclusiones.

El liberalismo y sus grandes satélites reproductores de cultura semicolonial se encargaron durante años y lo siguen haciendo de silenciar la gesta de nuestro movimiento obrero ante la entrega de la nacionalidad impulsada en el antiproyecto que nace en 1976. Este liberalismo ha negado el accionar de hombres como Saúl Ubaldini que con su ejemplo fue un conductor y sostenedor de la nacionalidad en un momento en que esta se encontraba en peligro, en su obra debe identificarse un verdadero padre del regreso de la democracia. El dirigente cervecero se encargó con sus denuncias de desmontar el aparato sindical paralelo construido por el gobierno de facto, dirá Saúl “el Proceso no tiene ni quiere amigos en el campo sindical, necesita cómplices, alcahuetes y traidores, los mismos que usó antes y después del golpe del ’76”.

Ubaldini y el movimiento obrero enfrentan a un enemigo cuyo proyecto consistió en la desindustrialización ordenando el modelo de acumulación a través del paradigma de la especulación financiera. En poco tiempo la desocupación pasó a ser parte del diccionario de preocupaciones argentinas. Para la materialización de este proyecto se debía apuntar al desmantelamiento de lo que la dictadura consideraba poder sindical.

El liberalismo nuevamente lograba revertir el significante y el contenido de sus enunciados, y donde dice buenos modales y civilización, habrá que leer barbarie e industricidio. Su sin razón tenía como eje central la destrucción del paradigma civilizatorio del mundo del trabajo, que en Argentina se traduce como independencia económica. Dirigentes como Saúl Ubaldini fueron el dique de contención nacional ante la avanzada antinacional. En su figura se identifica la síntesis de autoconciencia nacional y la mayor experiencia de progresividad del período.

* Emmanuel Bonforti es docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa)

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